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 domingo, 23 de mayo de 2004

Boda real. Los fastos costaron unos 20 millones de euros. Se fueron de luna de miel con destino secreto
Felipe y Letizia se casaron en una Madrid lluviosa pero enfervorizada
En la catedral, los novios se comprometieron a cumplir el "plus de disponibilidad" al servicio de España

El príncipe Felipe, heredero de la corona española, y la periodista Letizia Ortiz contrajeron ayer matrimonio en la catedral de La Almudena de Madrid, en una jornada deslucida por una lluvia torrencial que no impidió, sin embargo, que miles de madrileños salieran a las calles a vitorear a la pareja real.

El príncipe, de 36 años, llegó pocos minutos antes de las 11 (6 hora argentina) al altar, donde esperó más de veinte minutos a que arribara la novia, de 31, quien se exhibió en todo momento con una actitud excesivamente seria a diferencia de su flamante marido.

El fuerte chaparrón que en esos momentos caía sobre Madrid obligó a Letizia, a sus pajes y a sus damas de honor a llegar a la catedral en coche y evitar la alfombra roja por la que debía caminar unos 200 metros. Cuando la ahora princesa de Asturias entró en la catedral del brazo de su padre Jesús Ortiz, se vio por primera vez completo el traje de novia diseñado por el aragonés Manuel Pertegaz: un vestido blanco tunecino de seda natural tramada con hilos de plata fina, de línea sencilla y una cola de 4,5 metros.

Letizia llevó además un manto nupcial blanco de tul de seda que le regaló el príncipe Felipe, y una diadema de platino y brillantes que la reina Sofía llevó en su boda. En sus manos tenía un ramo en cascada con lirios, rosas, flor de azahar, así como flor de manzano y espigas de trigo.

Antes de la homilía del cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, la abuela de Letizia, Menchu Alvarez del Valle, leyó un fragmento de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, que habla de las virtudes del amor.

En su homilía, el cardenal Rouco Varela recordó a los novios que se les exige "un plus de disponibilidad" al servicio de España por su condición de príncipes y dijo que no tuvieran miedo a la enorme responsabilidad y a las grandes exigencias a que se enfrentan.

Luego, los novios pronunciaron la fórmula del matrimonio en medio de muchos nervios y gran emoción. El príncipe miró a su padre, el rey Juan Carlos, para pedir su consentimiento y éste asintió con la cabeza.

Finalmente, intercambiaron las alianzas y las trece monedas de oro utilizadas como arras (símbolo de entrega matrimonial). En un momento, al príncipe se le olvidó el texto y en el rito de la entrega de las arras se cayó una moneda.

La ceremonia, en la que Letizia apareció con actitud segura pero por momentos incómoda y preocupada por la cola de más de cuatro metros de su vestido, concluyó a las 12.40 (7.40 hora argentina), luego de que los príncipes de Asturias firmaran el acta matrimonial.

Los recién casados comenzaron entonces su recorrido por las calles de Madrid, mientras los 1.700 invitados (jefes de Estado y miembros de 30 Casas Reales del mundo, entre ellas la princesa de Holanda, la argentina Máxima Zorreguieta, y su esposo Guillermo Alejandro- eran trasladados en ómnibus al Palacio Real, donde les fue servido un aperitivo.

En representación de Argentina, asistió el embajador argentino Abel Posee y el escritor Ernesto Sabato.

El presidente Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández desistieron de concurrir al evento pero enviaron en un elegante estuche de terciopelo y cuero seis saleros y pimenteros de plata en forma de flor confeccionados por un orfebre argentino.

Miles de personas salieron a las calles a saludar a la pareja, cuyo enlace costó 20 millones de euros (24 millones de dólares), según medios españoles.


Paseo
Los príncipes pasaron por varios lugares emblemáticos de la capital española, como la Plaza de España, la Gran Vía, la calle de Alcalá, la fuente de la diosa Cibeles, el Paseo del Prado y la Plaza de Neptuno, todos especialmente engalanados para la ocasión con flores y banderolas.

También pasaron delante del llamado Bosque de los Ausentes, cercano a la Estación de Atocha, donde 192 cipreses y olivos recuerdan a los muertos de los atentados del 11 de marzo. Por la mañana se depositó allí una corona de flores en nombre de los novios en memoria de los fallecidos.

La flamante princesa ofrendó su ramo a la Virgen en la basílica de Atocha. Luego, el cardenal Rouco Varela rezó un responso por las víctimas de los atentados del 11-M.

Una vez de regreso en el Palacio Real, con los primeros rayos del sol, fueron recibidos por la banda de gaiteros Ciudad de Oviedo y su formación juvenil Vetusta y escucharon emocionados el himno de Asturias, "Asturias, patria querida", y la nupcial "Marcha de mayo".

Uno de los momentos más esperados, la salida de los príncipes al balcón del Palacio Real, durante la que por fin empezó a brillar el sol, decepcionó un poco a los miles de curiosos congregados en la Plaza de Oriente. A pesar de que todos esperaban un beso como el de otros enlaces reales europeos, el príncipe apenas rozó tímidamente la mejilla de su esposa con sus labios.

Finalmente, antes del banquete servido por el restaurante Jockey en el Palacio Real, los príncipes de Asturias posaron con los reyes y otros familiares para las fotos oficiales. También hicieron una breve y sobria aparición en el balcón principal del Palacio Real. Los dos saludaron a los miles de ciudadanos que se habían congregado en la plaza de Oriente desde este balcón que permanecía cerrado desde hace casi treinta años.

A media tarde, cuando la persistente lluvia de la mañana ya había dejado paso a un tenue sol primaveral en la capital de España, los recién casados abandonaron el Palacio Real y emprendieron un viaje cuyo destino es un secreto. (Télam y DPA)

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Marido y mujer. El príncipe y la periodista, atración mundial por un día.

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