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 domingo, 09 de mayo de 2004

en voz baja
Cuando la sospecha llega hasta arriba
Un órgano de control que trabaja idóneamente valida el funcionamiento de cualquier institución. Uno que no lo hace solamente sirve para maquillar el descontrol. O, más grave, para encubrir. Hace unos días una fiscal de Rosario pidió que de una vez por todas el juez de Instrucción Osvaldo Barbero cite a los policías de la División Judiciales que el 19 de diciembre de 2001, durante el llamado "diciembre negro", se hicieron presentes en la subcomisaría 20ª. Es para que se establezca si tuvieron alguna participación en el plan que permitió falsear las actas de la muerte de Claudio Pocho Lepratti. Ya está comprobado que, para justificar a los homicidas del militante social, la policía inventó y redactó en un acta que Lepratti había resistido a tiros una detención. Entre los que deben explicar qué papel tuvieron en ese episodio de falsedad ideológica y encubrimiento está el que era por entonces jefe de Judiciales, el comisario mayor José Manuel Maldonado, ya que fue la división a su cargo la que le mandó a Tribunales un acta conteniendo una mentira. En Judiciales hubo, como mínimo, una primera omisión de control. La segunda fue la de la Dirección de Asuntos Internos, por entonces a cargo de la comisario mayor Leyla Perazzo. En febrero de 2002, a dos meses de ocurrida la tragedia, ya tenía ostensible estado público que el acta de la muerte de Lepratti había sido falseada. Sin embargo, según fuentes policiales y judiciales, la repartición de control que conducía Perazzo no investigó la conducta de Maldonado y de sus subordinados en una irregularidad flagrante y probada. Que la vocación de control en la policía quede tan en duda es un auténtico problema para su credibilidad institucional, pero mucho más para la seguridad pública. Sobre todo hoy, que el comisario mayor Maldonado es el jefe de policía de Rosario. Y la comisario mayor Perazzo, jefa de policía de la provincia de Santa Fe.


Nada de poner la otra mejilla
Días pasados el gobernador Jorge Obeid demostró que carácter no es, precisamente, lo que le falta. El Turco estaba ingresando, exultante, a la Legislatura en compañía del vicepresidente Daniel Scioli y a su paso saludaba a los "compañeros" que se habían dado cita en la plaza. Pero uno de los muchachos vertió un concepto que discrepaba profundamente con el tono elogioso de los gritos que a su paso levantaba Obeid. Todo indica que el hombre era un damnificado de las últimas y terribles inundaciones en la capital provincial, y cuando el mandatario santafesino llegó frente a él aprovechó para recordarle, sin ningún afecto, nada menos que a su propia madre. Pero Obeid, lejos de callarse o arredrarse, lo enfrentó y le devolvió la gentileza sin pelos en la lengua. Qué boquita, ¿eh?

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"Es lógico que Duhalde juntara a Obeid y De la Sota en un mausoleo, porque son parte de la prehistoria"
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