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 domingo, 22 de febrero de 2004

Se transformó en la película del año en base a polémica y un singular marketing
"La pasión de Cristo", el sueño de revisar la historia a gusto propio
El filme de Mel Gibson ha sido tildado de antisemita pero igual se estrena en cuatro mil pantallas

Fernando Toloza / La Capital

Si algo que Mel Gibson no parece, es un transgresor o alguien polémico. Sin embargo, el actor y director australiano trasplantado a Hollywood ha promovido la mayor polémica del año con su película "La pasión de Cristo", que se estrena el viernes próximo en Estados Unidos y que llegará a la Argentina el 8 de abril, en plena Semana Santa. Aunque lo ha hecho antes que nada por su anacronismo y por la forma en que promocionó un proyecto que parecía destinado al fracaso.

La razón de tanto alboroto es que Gibson, como definió esta semana la revista Newsweek, echó a rodar en el filme un viejo asunto que parecía desterrado de las agendas estéticas y religiosas: ¿quién mató a Jesús? En su respuesta fílmica se saltea, al parecer, la doctrina católica vigente, dirigiendo un dedo implicador hacia el judaísmo. Por supuesto, Mel lo niega, como también desmiente que se trate de una campaña publicitaria, aunque determinados hechos den señales de una estrategia bien pensada y ejecutada.

"La pasión de Cristo" es, según definen las notas de producción que distribuyen los estudios Fox, un filme sobre las últimas doce horas de vida de Jesús. La película comienza en el Jardín de los Olivos, donde Jesús ha ido a orar después de La Ultima Cena. Jesús resiste allí las tentaciones de Satán. Traicionado por Judas Iscariote, es arrestado y llevado de vuelta a Jerusalén, donde el líder de los Fariseos lo acusa de blasfemia y el juicio se resuelve en la condena a muerte de Jesús.

Jesús es llevado ante Pilatos, el gobernador romano de Palestina, quien escucha las acusaciones elevadas por los Fariseos. Dándose cuenta de que enfrenta un conflicto político, Pilatos lleva el asunto al rey Herodes. El rey lo devuelve a Pilatos, quien le da a la multitud la posibilidad de elegir entre salvar a Jesús o al criminal Barrabás. La multitud elige dar la libertad a Barrabás y condenar a Jesús.

Jesús es flagelado por los soldado romanos. Irreconocible, es llevado ante Pilatos, quien lo presenta a la multitud con la pregunta: "¿No es esto suficiente?". La multitud responde que no. Pilatos se lava las manos del asunto y ordena a sus hombres que cumplan los deseos de la multitud.

La película continúa con Jesús acarreando la cruz a través de las calles de Jerusalén en camino al Gólgota. Allí es crucificado y padece su última tentación, el miedo de haber sido abandonado por su padre, Dios. Supera ese miedo, mira a su madre María y le dice algo que sólo ella puede entender en forma completa: "Está realizado". Después muere y en ese momento la naturaleza sufre una revolución.

A mediados del año pasado, La Liga Anti-Difamación, una influyente entidad judía de los Estados Unidos, advirtió que la película podía inducir al odio contra los judíos, porque, según Abraham Foxman, el director de la Liga, "el filme retrata sin ambigüedades a las autoridades y multitudes judías como las responsables por la decisión de crucificar a Jesús".

Pero las preocupaciones de grupos religiosos fueron inicialmente disparadas por un artículo de la revista del New York Times que retrataba a Gibson como un católico tradicional opuesto a las reformas del Concilio Vaticano II de los años 60, que entre otras cosas rechazó la creencia de que se debía culpar a los judíos por la muerte de Jesús.

Por ese motivo no sólo el judaísmo ve con recelo el filme. En el catolicismo fuera de Estados Unidos no hay un respaldo claro de la película. Mel Gibson primero se negó a que su película fuese vista por el Vaticano antes del estreno en un festival de cine espiritual. La razón argumentada por Gibson, a través de sus productores, fue que el filme aún no estaba listo. El hecho sirvió para despertar más suspicacias, aunque distintos análisis muestran que el director logró la difusión de su película a través de las iglesias de Estados Unidos.

Finalmente, a comienzos de este año el Papá Juan Pablo II vio la película y corrió una versión de que había alabado la fidelidad del filme a la Biblia. Pero fue sólo un rumor que no se confirmó como noticia porque el secretario del Pontífice, Stanislaw Dziwisz, aseguró: "El Santo Padre no comunicó a nadie su opinión sobre la película. No hace juicios sobre arte de este tipo. Eso lo deja a otros, a los expertos".

La cuestión se transformó de esa manera en una telenovela de declaraciones cruzadas que dio vuelta al mundo y se instaló como tema que, obviamente, repercutió en la popularidad de la película.

Según Giles Hewitt, columnista de la agencia de noticias France Press, el filme no tenía, hace un año, distribución, y actualmente promete ser uno de los éxitos taquilleros del año. Las encuestas prevén un primer fin de semana que puede llegar a los 30 millones de dólares (el filme costó 25 millones de dólares, puestos por el propio Gibson, ya que no encontró apoyo en los estudios). Una cifra muy alta para una película cuyos actores no son caras famosas y que está hablada en arameo y latín. En tanto, el viernes pasado se confirmó que aumentó el número de salas en que el filme será lanzado: de 2.000 copias se sube a 4.000. El mayor lanzamiento de los últimos años.

En el crecimiento sostenido del interés por la película, la polémica desempeñó un papel importante, pero también hubo una campaña de marketing para capturar al público cristiano estadounidense.

La productora de Gibson, Icon, convocó a iglesias y ministerios en su técnica de promoción. La agencia France Press cita numerosos testimonios de líderes católicos de Estados Unidos invitando a ver la película. "Vea este filme. Nunca leerá una narración sobre la Pasión de Cristo que sea parecida", es una de las frases alentadoras de los eclesiásticos. Incluso, también se anuncian peregrinaciones de alumnos de escuelas católicas hasta las salas.

A este revuelo se sumó el padre de Gibson. Un hombre de 85 años que volvió a poner el dedo en el ojo del huracán declarando sin empacho que a los nazis les faltó gasolina para haber matado a seis millones de judíos en la época de la Segunda Guerra. Las declaraciones fueron repudiadas, entre otros por el Centro Simon Wiesenthal, con una frase contundente: "No es la chochera de un hombre de 85 años lo que nos molesta, sino el hecho de que este negacionista continúe haciendo daño a los supervivientes del Holocausto".

El marketing se coló de esta manera a través de la religión y dejó en segundo lugar el hecho de que se trata nada más que de una película, quizás de segunda línea, porque hay que recordar que no se está hablando de un Martin Scorsese, sino del pequeño y otrora musculoso australiano que protagonizó "Arma mortal", aunque de vez en cuando haya acertado en otros filmes.

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Gibson pagó de su bolsillo los 25 millones de dólares que costó el filme protagonizado por Jim Caviezel.

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