Punto de vista

El inicio del fin de las disquerías

José L. Cavazza / La Capital

Bienvenidos a 2004. El virus primero atacó a las discográficas, luego a los músicos. Ahora viene por las disquerías. 2004 se vislumbra como el principio del fin de las disquerías por culpa de la creciente competencia de Internet, la compra de canciones on line y los programas de intercambio de ficheros. Como un tumor, el MP3 avanza ganando terreno y echando a perder sectores, multiplicándose. No hay remedio eficaz para el mal. Al comienzo, algunos pensaron que la enfermedad era apenas una gripe, hoy se sabe que el tradicional CD, popularizado hace sólo 15 años, se desintegra en medio de una noche negra. Al principio se quiso usar el virus en beneficio propio, como un anticuerpo, pero la sobrevivencia fue efímera y débil. Hoy muchas disquerías -las que aprendieron a sobrevivir- presienten el último y gran mazazo en medio del cráneo. Porque además del virus -Internet, el MP3, la piratería- los CDs se pueden buscar hasta en las góndolas de los hipermercados, al lado de los vinos finos. En los quioscos también se consiguen colecciones de CD a bajo precio. Por esto también la amenaza está más cerca.

Internet es la mayor competencia. Al margen de la piratería, el gran enemigo que le salió a la disquería tradicional es la que vende on line. Y en este caso, no se trata de ninguna competencia desleal, sino de una mejora del servicio en aspectos que los puntos de venta físicos habían sido incapaces de satisfacer. Con una tarjeta de crédito y un módem no hace falta ni moverse de casa: el disco te lo lleva el cartero y el banco se encarga de cobrarte la cuenta. En Argentina este método iba viento en popa durante el 1 a 1, pero con la devaluación decayó para suerte de las disquerías. Una de las webs comerciales más rentables en Internet es Amazon.com.

En Argentina el virus más potente es el MP3. La industria, ante el mal, intentó vender MP3 legales (los ficheros de audio en los que se puede transformar ese disco), pero esto tampoco frenó la distribución pirata de millones de ficheros lanzados desde plataformas tales como Kazaa, Soulseek o Emule. La industria discográfica sigue defendiéndose como puede, pero las disquerías son las grandes desprotegidas de esta triste historia.