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 domingo, 04 de enero de 2004

Entre la moral y la vida

Anteponer la moral al valor sagrado de la vida es privilegio de muy pocos; y si hay alguien que gozó de ese privilegio y lo hizo trascender como un haz de luz que iluminara las generaciones futuras, fue el doctor Lisandro de la Torre. Contrastando con esa trágica actitud moralista, provoca estupor que algunos de esos personajes que últimamente ocuparon bancas en el Senado de la Nación, estén severamente cuestionados por casos de sobornos para la aprobación de leyes. Resultan, -por analogía-, miserias humanas del ejercicio de la política y seres execrables de la función pública. El "viejo" Lisandro jamás hubiese negociado su moral y su dignidad porque fue un hombre íntegro y de bien que antepuso los intereses de la patria antes de avenirse a conductas deleznables que diezmaran sus inmutables principios. Recordarlo el 5 de enero, a 65 años de su firme determinación, es honrarlo y enaltecerlo porque vivió abrazado a los dogmas de la vida y de sus mayores; fue por eso que no tuvo piedad con su moral a sabiendas que el polvo de sus ancestros lo contemplaban. Lisandro de la Torre empuñando la verdad y la palabra como armas, denunció la entrega y los negociados ominosos y despertó la ira del monstruo imperialista que dejó su sello solapado y cobarde con la muerte del doctor Enzo Bordabehere. Dio todo de sí; su honradez era un blasón inextinguible; en cambio, estos viles senadores, mercaderes y contrabandistas de su propia vida no darán un metro cuadrado de sus tierras malhabidas y eludirán, una vez más, una justicia tan comprometida y cuestionada como ellos. Pero habrá algo más justo que la Justicia misma...la conciencia doblega y erosiona hasta el alma, como le aconteciera a aquel mísero personaje que Dostoiesvski perpetuara en su genial "Crimen y Castigo". debemos evitar que los corruptos de hoy se suban al podio de los idealistas de ayer.

Mario Torrisi

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