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 sábado, 03 de enero de 2004

Editorial
Las expectativas del deporte argentino

En el año de los Juegos Olímpicos, el deporte argentino irá a Atenas con objetivos y expectativas un tanto recortados. Sólo los deportistas y seleccionados profesionales alimentarán el sueño de sumar medallas, mientras que los exponentes de las actividades amateurs volverán a exponer todas sus limitaciones para competir frente a las potencias mundiales e incluso ante representantes de países con mucho menos potencial que el nuestro.

Aunque el 2003 fue un año ciertamente inolvidable para el deporte argentino, no es menos real que la abrumadora mayoría de los lauros conseguidos en distintas disciplinas, colectivas o individuales, fueron cosechados por competidores profesionales.

Al excelente momento del básquetbol y el hockey, muchos de cuyos exponentes se han mezclado entre los mejores del planeta, se sumó este año la consolidación internacional de una gran camada de tenistas, también de elite, dos de los cuales se ubicaron entre los ocho primeros del ranking mundial y lograron así que el país tuviera dos representantes en el Masters que cerró la temporada por primera vez en 20 años.

Sin embargo, las disciplinas más tradicionalmente asociadas al olimpismo -como el atletismo, el canotaje y tantas otras- no consiguen despegar de la mediocridad histórica, al menos en cuanto a resultados, y muy probablemente esto se deba más a la falta de apoyo para su desarrollo que a la incapacidad de los propios deportistas para mezclarse entre los mejores.

Hace años que el Estado argentino no elabora políticas para el desarrollo del deporte, que no estimula su práctica en las escuelas, que no apoya a los clubes y federaciones, y que se desentiende, en fin, del rol que debería cumplir en ese sentido. Tampoco hace de mediador entre los deportistas y las empresas privadas, que sería un modo de obtener financiación para estas actividades y de fomentar su crecimiento, además de apoyar a los deportistas.

Si así ocurriera, sería más lógico esperar resultados y permitirse soñar, por ejemplo, con una medalla dorada, un logro que los representantes argentinos no consiguen desde 1952. Como no ocurre así, las cosechas de los últimos años no fueron más que el resultado de los méritos individuales de los deportistas o seleccionados, algo que probablemente se repita en 2004 en Atenas.

Los resultados deportivos no son sólo el fruto del esfuerzo individual o de un equipo. Al menos no cuando se trata de los Juegos Olímpicos, el mayor evento del deporte a nivel mundial y el sueño máximo en toda la carrera de casi todos los deportistas. En otros países ese sueño se sostiene desde el propio Estado y en los últimos años también desde el sector privado, pero en la Argentina sigue dependiendo de factores tan aleatorios como el azar, la buena voluntad de algunos empresarios y la calidad individual de sus deportistas.

Las previsiones para Atenas 2004 no superan a la de años anteriores. La Argentina conseguirá algunas medallas y tal vez pueda meterse en la pelea por alguna presea dorada. En ningún caso, sin embargo, podrá decirse que el deporte argentino como tal ha evolucionado.

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