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 sábado, 20 de diciembre de 2003

Subió a un taxi, lo descubrieron armado y terminó con una condena

Por subirse a un taxi con un pistolón recubierto en madera escondido entre sus ropas, Jorge Daniel Albornoz terminó en la cárcel. Es que tenía una pena de cumplimiento condicional y carecía de autorización para manipular el revólver calibre 22 que le secuestró la policía el 12 de mayo de 2002. Y, al reincidir en el delito, le unificaron dos condenas por la que deberá pasar un año y siete meses detenido, tal como acaba de resolverlo la Sala I de la Cámara Penal.

A Ratita Albornoz lo apresaron ese día cuando viajaba en taxi junto con otro hombre. Por el aspecto de los pasajeros y el destino al que solicitaron ser llevados, el conductor sospechó y aprovechó un control vehicular con el que se topó durante el recorrido -en Pellegrini y Riccheri- para hacerles gestos a los policías.


Pistolón calibre 22
"Cuidado que está armado", le dijo a su colega el agente que requisó a Albornoz, de 28 años. La afirmación bastó para que el taxista se desmayara del susto, y Albornoz terminara en la comisaría. El arma era un pistolón con carcaza de madera calibre 22, con marcas de haber sido disparado y un cartucho en la recámara. Además, su propietario llevaba otros 4 intactos en el bolsillo del pantalón. Como no tenía permiso para usarla, incurrió en un delito: portación de arma de uso civil sin autorización. El 31 de diciembre de 2002, el juez Correccional Nº10 lo condenó a nueve meses de prisión.

El condenado podría haber cumplido esa pena en libertad, pero como tenía una anterior ambas se unificaron y terminó recluido, desde el martes pasado, en la cárcel de Riccheri y Zeballos. La pena anterior era de un año condicional por un hurto agravado por escalamiento. Se la habían impuesto en junio de 1999, peor recién ahora se hizo efectiva.

Los jueces Ernesto Pangia, Alberto Bernardini y Eduardo Sorrentino consideraron que el imputado tenía el arma "con incuestionables posibilidades de ser usada y amenazar la seguridad común".

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