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 sábado, 20 de diciembre de 2003

Editorial
Perros, sigue el peligro

Tal como adecuadamente lo decía la frase inicial de la nota publicada anteayer en La Capital, ha vuelto a suceder. Un perro de gran porte atacó a una persona -esta vez, su amo- y le provocó heridas que pudieron haber sido graves. El animal, un mastín napolitano de cincuenta kilogramos, actualmente permanece en observación en el Instituto Municipal de Salud Animal (Imusa) y la intención es reintegrárselo a su dueño. Pero el hecho que realmente preocupa, más allá de este caso puntual ocurrido en la plaza López, es la reiteración de agresiones protagonizadas por canes de buen tamaño y que habitualmente cumplen funciones de custodia de viviendas o vigilancia personal. Acaso resulte necesario, entonces, recordar ciertas pautas que no merecen ser subvaloradas si se pretende convivir con esta clase de animales.

Las razas que poseen las características descriptas son varias: ovejero alemán, doberman, dogo, mastín, pitbull, gran danés o rottweiler. Y una frase pronunciada en su momento por el actual titular del Imusa se convierte en excelente punto de partida para explicar la mayoría de los inconvenientes suscitados con estos canes: "El problema son los dueños, no los animales", resumió con acierto Adrián Santos. Es que difícilmente se pueda estar en desacuerdo con esa afirmación cuando se contempla cómo perros que necesitan caminar varios kilómetros por día para gastar la enorme cantidad de energías que poseen permanecen confinados en espacios reducidos, lo cual les provoca un nivel de estrés que los torna imprevisibles y potencialmente incontrolables.

Brindarle al animal los cuidados que necesita -muchos de los ejemplares viven aislados y en virtual estado de abandono-, darle suficiente espacio físico y procurar que realice el ejercicio adecuado, además de ser afectuoso con él e incluirlo si es posible en la vida familiar son algunas de las recomendaciones que realizan los expertos en la materia. Sin dudas, ameritan ser atendidas. Acaso sea el único modo de disminuir al mínimo los ataques que tan habitualmente se registran, y por cuya causa no sólo hubo que lamentar serias lesiones o graves heridas sino que han llegado a costar -conviene no olvidarlo- vidas humanas.

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