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 miércoles, 17 de diciembre de 2003

Trágica pasión: un hombre de 29 años mató a su novia de 15 y se suicidó
El desgarrador drama tuvo como escenario una casa humilde de la localidad de La Brava, al norte de Santa Fe

Jorge Sansó de la Madrid / La Capital

Ocurrió en la zona rural de la localidad de La Brava, departamento San Javier, aproximadamente a 140 kilómetros al noreste de la ciudad de Santa Fe, y fue el peor desenlace para una historia de amor: ella quiso cortar la relación y él la mató para luego suicidarse. En el pueblo, de apenas 650 habitantes, están azorados. Ella recién tenía 15 años; él, Manuel Adolfo Márquez, 29; ayer los enterraron.

Nadie atina a explicar cómo sobrevino el drama que en el caso se suma a las dificultades de una vida de pobreza y dificultades. Márquez, quien no tenía antecedentes penales y no era considerado un hombre violento, terminó cegando la vida de su joven amada de un escopetazo en la cabeza. Era pobre y vivía en una precaria vivienda a 500 metros de la comisaría en el borde del camino de tierra de lo fuera la ex ruta 39-S pero sostenía la dignidad del jornalero que no ha tenido problemas, por lo que hasta ahora se sabe, con nadie.

La conmoción no ha permitido aún reconstruir cómo éste hombre -que había tenido una relación anterior con la cual tiene hijos de corta edad- entabló una vinculación amorosa con la chica, pese a la diferencia de edad que a ambos los separaba, aunque las especulaciones policiales consideran que no sería de larga data.

Ese desequilibrio llevó a los padres de la joven a expresar su desacuerdo. Al igual que Márquez, el sustento de la familia Feludero era la tarea de jornalero de su jefe, Eusebio, quien mantenía de ese modo a su mujer y cuatro hijos, entre ellos la desdichada quinceañera.

La historia pública con el macabro final se desató el lunes cuando ya caía la noche. Eusebio Feludero se presentó en la comisaría de la zona para denunciar que su hija había ido a la casa de Márquez y no había regresado y temía que éste no la dejara hacerlo.

Aparentemente, su hija había concurrido a la casa de su novio con la intención de satisfacer la solicitud de sus padres de cortar su relación con un hombre mayor.

En el campo cuando oscurece, no se ve nada. Y fueron las sombras las que inmovilizaron a los policías que ante la denuncia de Feludero concurrieron a la casa de Márquez y no bien se identificaron desde afuera, éste les gritó que si no se iban mataría a la joven. Los policías, sorprendidos, comprendieron recién en ese momento la gravedad de la situación: como temía su padre, la niña estaba retenida en contra de su voluntad.

La comisión policial optó por retirarse sin más del lugar pero sin la calma inicial, cuando se presumía estar ante un caso de los comunes, de esos que se arreglan conversando entre vecinos en un lugar donde todos se conocen desde que nacieron.

La situación era inédita y el instinto de los uniformados los alertó de un peligro también desconocido. Sobre todo porque se presume que Márquez no estaba ebrio; lo suyo no parecía la amenaza de un borracho que se diluiría junto con los efectos del alcohol.

Temiendo que fuera en serio, optaron por comunicarse con las autoridades de la Unidad Regional XIV con asiento en la ciudad de San Javier donde con seguridad sabrían cómo enfrentar semejante emergencia. Según se explicó oficialmente, desde la cabecera departamental se envío otra comisión de efectivos en condiciones de establecer una negociación con el hombre para convencerlo de que depusiera su actitud.


No llegaron a tiempo
La noche ya había ganado el escenario y permite deducir que en la precaria casa los amantes continuaron una discusión que con el correr de las horas, ya había desquiciado los nervios de la joven, que no podía regresar a su hogar.

Entonces nadie quería imaginar otro desenlace que ése y, después, con las luces del nuevo día las explicaciones familiares que sobrevendrían. Con ese ánimo para cumplir su tarea persuasiva, considerando que se trataría de un rutinario caso de conflicto pasional pero solucionable apenas se pudiera restablecer el diálogo al que Márquez se había negado.

Pero no llegaron a tiempo. "Estaban a metros de la casa cuando una estampido los paralizó. Comenzaron a correr hasta la casa y al llegar oyeron la segunda detonación. Temiendo lo peor se acercaron y por una ventana alcanzaron a ver lo peor", relató el subjefe de la Unidad Regional XIV, comisario Farías.

Manuel Adolfo Márquez no se resignó a perder a su amada. La mató de un escopetazo en la cabeza. En la pequeña habitación, el cuerpo inerte de la niña quedó tendido sin hálito de vida. A escasos centímetros, el de su amante mayor que se disparó en la boca. Lo hallaron todavía aferrado a una escopeta calibre 16 de un caño.

El juez de instrucción de Sexta Nominación de Santa Fe, Carlos Ferrero, no consideró necesario ordenar la autopsia a los cuerpos y los entregó a sus familiares.

Ayer los enterraron pero en La Brava pasarán muchos años antes de que se olvide la tragedia de un amor desigual que la hizo entrar en la paginas policiales de los diarios.

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