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 domingo, 02 de noviembre de 2003

BRASIL-SABORES DEL MUNDO
Feijoada, tiburon y caipirinha en Ihlabela

Enrique Andreini / La Capital

¡No lo dude un instante! Brasil es un país turístico por naturaleza. Muestra sus voluptuosidades sin ocultar nada. Es así. Se muestra así. Sus pobladores son así. Playas, sol, tormentas, shoppings, islas paradisíacas, batucadas y favelas.

Ihlabela, es una de sus magníficas islas. Sus pequeñas cumbres están tapizadas por la selva, que es recorrida, como venas, por innumerables cascadas con agua pura y cristalina. Ihlabela es todavía un secreto bien guardado. A sólo dos horas desde San Pablo, se llega a la ciudad de Sao Sebastiao, desde donde parte el ferry hacia la pequeña villa. Una larga avenida y no más de una docena de calles la conforman. Coquetas boutiques, pequeños y encantadores cafés la bordean. Se le suma la gracia rítmica de los brasileros quienes celosamente cuidan su lugar.


Susurro de samba
En las noches cálidas es posible percibir un lejano samba que se pierde entre la suave brisa. Lugar ideal para los amantes del buceo y de las escaladas a pequeñas cumbres, desde donde brotan frescos manantiales.

Excursiones a playas todavía vírgenes y al pequeño caserío de pescadores son opciones válidas para el sorprendido viajero que no sólo quiere mirar caer la tarde sobre las montañas del continente.


En busca de Neptuno
Pero la isla oculta un secreto bajo el transparente mar, que intenta ser descubierto por los buceadores. Una veintena de buques reposan en el fondo del mar recordando que también allí convive la tragedia. Todos ellos tienen la misma ambición: encontrar la estatua hundida de Neptuno, dios de los mares. La talla del dios, esculpida en Europa, hace dos siglos navegaba hacia América cuando el buque que la llevaba naufragó cerca de Ponta do Boi.

Tal cantidad de naufragios intenta ser explicado racionalmente por la cantidad de material ferroso de la isla que perturba la orientación de las brújulas de los navegantes y los desvía de su rumbo.


Cocina de mar
Pero la lista de placeres no termina allí. Se completa con la afable y cuidadosa atención de los isleños y una excelente cocina de mar que sirven en posadas y restaurantes.

Pródiga en toda clase de condimentos, influenciada por la cocina portuguesa, la gastronomía está repleta de color y sabor. Disponen de una amplia gama de productos que saben trabajar a la perfección, abarcando desde la tradicional feijoada (guiso a base de porotos negros) hasta platos exquisitos con tiburón.

Pero en Ihlabela no todo es placer. Encierra un insalvable peligro: se adueña del corazón de quien la visita.

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