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 domingo, 02 de noviembre de 2003

En el mundo mágico de los talismanes dialécticos

Pablo Díaz de Brito / La Capital

"Pensamiento único". "Teoría de los dos demonios". "Campo popular". "Luchadores sociales". Etcétera. El repertorio de rótulos y talismanes dialécticos de la izquierda latinoamericana es muy conocido. De hecho, satura a los medios de comunicación.

En esta embriaguez delirante se empareja a Salvador Allende con Hugo Chávez, por ejemplo. El teniente coronel golpista sería algo así como el continuador y heredero de los ideales del presidente chileno, quien murió de propia mano, pero víctima de un golpe militar, precisamente. Es interesante y hasta entretenido observar el desarrollo de la sintomatología del neosetentismo en personas con intelectos bien dotados. Aunque también causa un poquito de lástima. En cuanto a los dinosaurios recalcitrantes, sólo dan lástima.

El mal afecta a toda América latina, en distinto grado: ahí están las 176 páginas del informe de la Plataforma Colombiana de ONG de derechos humanos, donde se denuncia el "fascismo" del gobierno del presidente Alvaro Uribe y se ponen en foco sólo las violaciones a esos derechos por parte del ejército y los paramilitares. Se admiten, sí, violaciones de las guerrillas, pero no se las toma como "casos emblemáticos", status que sólo corresponde a las fuerzas del Estado y a paramilitares, ni se les dedica a las Farc y ELN alguno de los 17 capítulos del informe.

Amnistía y Human Rights Watch tuvieron razón al quejarse contra Uribe, que reaccionó al sesgado informe calificando a todas las organizaciones de derechos humanos de máscaras de la guerrilla. Esas dos ONG anglosajonas no han dudado nunca en denunciar tanto al ejército, a los paramilitares o a las guerrillas, y siempre con investigaciones serias. Pobres: ¡cómo caen estos anglos en la teoría de los dos demonios! ¿Es que son un poco simplotes, no?

En los verdaderos 70 (y no en la versión almibarada y acrítica que hoy se nos cuenta) los derechos humanos eran tildados de "invento de la burguesía" (ya que se denunciaba por su violación sistemática tanto a las dictaduras latinoamericanas de derecha como a las de izquierda) y eran valores defendidos sólo por grupos norteamericanos y europeos al estilo de Amnistía (la blanda "izquierda burguesa"). La acusación era muy coherente, ya que no debe haber doctrina jurídica que sea más liberal y burguesa que la de derechos humanos. El interés de la izquierda latinoamericana por esta doctrina es muy posterior, cuando ve en ella un instrumento de denuncia de las vejaciones sufridas bajo las dictaduras y a la vez un modo de prestigiarse. Y las denuncias que hace, por supuesto, están subalternizadas a su proyecto político: nada de denunciar a Cuba, a las Farc o a Chávez y sus escuadrones de choque.

Al mismo tiempo, este sector exhibe un falso pragmatismo patético: apoya ("tácticamente", "críticamente", eso sí) a gobiernos que, como los de Brasil y Argentina, acuerdan con el FMI en términos que en los 90 hubieran sido calificados de "traición a la patria" (superávits primarios de 4,5 y 3%, respectivamente, para pagar la deuda) y cuidan la relación con Washington, o que estimulan la inversión extranjera en hidrocarburos (Venezuela), en este caso ante la evidente incapacidad de la "revolución bolivariana" para hacer funcionar a la estatal PDVSA (purgada de sus mejores cuadros por el chavismo).

Mientras en América latina se desarrolla esta triste comedia, el mundo pasa cada vez más lejos: está surgiendo a la vista de todos un nuevo mapa económico, con un poderoso polo que es sin dudas Extremo Oriente, China en especial. Es evidente que las dinámicas económicas y políticas de la globalización sólo se interesan marginalmente por nuestra región (únicamente por México, Brasil y Chile), y que lo harán cada vez menos en el futuro. Y cuando el interés es grande, lo es casi siempre en clave negativa, como ocurre con el enorme default argentino. El juego grande se juega en otra parte. Un dato estratégico que los neosetentistas ni siquiera registran. Ellos prefieren sumergirse en las presuntas "nuevas instancias de la lucha social", tal vez mientras canturrean "Venceremos".

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