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 domingo, 05 de octubre de 2003

Cristian Alarcón: "El mito me condujo a la realidad de los pobres"
La vida del asaltante Víctor Vital, muerto a los 17 años, es el disparador de una investigación periodística que bucea en la miseria y el delito

Rodolfo Montes / La Capital

Cristian Alarcón, joven periodista y escritor, se internó en barrios marginales del partido de San Fernando, en el Gran Buenos Aires norte. Hizo un trabajo de investigación minucioso y paciente en la búsqueda de una historia: la del Frente Vital, un santo pagano que nació en 1999 después de morir acribillado por balas policiales. La increíble vida de Víctor Manuel el Frente Vital, un pibe chorro muerto a los 17 años, está contada en "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vidas de pibes chorros" el brillante libro de Alarcón, de reciente publicación por el Grupo Editorial Norma.

El texto no es una investigación periodística clásica, tampoco una novela. Se trata de un relato donde el autor quedó inevitablemente atravesado por los personajes que entrevistó, el territorio sórdido donde caminó durante meses y el ambiente social y económico lacerante de la villa.

Exultante con la salida de su libro a la calle, Cristian Alarcón recibió a Señales en su reducto de periodista: la redacción de TXT, el semanario donde reporta diariamente. Allí contó la historia pasional de su libro, explicó el valor de la música de cumbia como bálsamo en el umbral mismo de la desesperación, y relató cómo hizo para involucrar sus propias vibraciones y redactar algunas zonas del libro en primera persona. Periodismo de autor, crónica de Latinoamérica, una apuesta fuerte que provoca sorpresa y emoción.

-¿Qué te llevó a investigar la vida de un pibe chorro, muerto e idolatrado en su barrio?

-Para empezar, aclaro que soy agnóstico y paso las cosas por un tamiz intelectual, es inevitable. Sin embargo soy respetuoso de las creencias populares. El Frente Vital me enseño a rescatar cosas hasta de mi historia familiar y a descubrir por qué es necesario creer en algún santo en determinado momento. Cuando estoy en un aprieto suelo decir, medio en serio, medio en broma: "San Frente Vital, salvame". Y es así, yo también me quiero salvar.

-¿El tono novelado, melodramático, ayuda a soportar la violencia?

-Mucha de la violencia, las muertes que ocurren en la villa, suelen ser relatadas por los mismos villeros como problemas de polleras (o pantalones). Pero investigando un poco, descubrís en cada muerte otras causas, digamos, materiales. Problemas de plata, negocios, drogas. Sin embargo, el relato que aparece es melodramático, es pasional, pero no es cierto.

-¿Cuando llegaste a la villa tenías una hipótesis de trabajo?

-Nunca pretendí hacer una investigación periodística clásica, tampoco una investigación de corte sociológico. Necesitaba sí tener los datos, los detalles y un grosor de los personajes tal que me permitiera contar una buena historia. Si en algún momento tuve que elegir entre precisión y vastedad de los datos, o la espesura de ciertos personajes para contar una buena historia, me incliné por lo último.

-¿Tuviste miedo en algún momento?

-Tuve miedo cuando me tocó estar en algún tiroteo. Me descubrí escondido en la última retaguardia, después de los jóvenes, los padres, las abuelas y los niños, estaba yo... mirando por una rendija como durante una hora y media se tiroteaban...(risas)

-"No tiren, soy periodista", dicen que fue lo único que alcanzaste a decir...

-(risas) Creo que ni eso.


Hijos de una década infame
"Vidas de pibes chorros" revela la relación del delito, la pobreza y la expansión de cierto consumo obsceno en la franja de clase media alta y alta durante buena parte de los años noventa. Alarcón descubrió, caminando por la villa, cómo operó ese proceso.

Los protagonistas del libro son chicos que empezaron a robar en la década del noventa, cuando todavía había plata en la calle. Eso significaba que cualquier familia de clase media podía tener 2 mil pesos en la casa, mínimo. También autos, joyas, bicicletas, los objetos de consumo caros y sofisticados de los años noventa.

-¿Qué relación descubriste entre el proceso económico y social durante el menemismo y la aparición de los pibes chorros?

-Los pibes chorros disfrutaron, a su manera, de ese exceso consumista que se verificó en las clases pudientes en la década del noventa. A ellos también les llegó de manera residual, y a través del robo, una parte de los productos caros que invadieron la Argentina en los tiempos del 1 a 1.

-¿La pobreza extrema cerca del mundo del consumo produce una violencia inevitable?

-Hay que decir que en los partidos del norte del Gran Buenos Aires, Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre, el contraste entre ricos y pobres en los tiempos menemistas -y por ahora continúa- fue brutal. Una calle, una vereda, divide el abismo entre dos clases sociales antagónicas en lo cultural y económico.

-Y no hay convivencia posible.

-Ese antagonismo se resuelve, entre otras formas, con el robo, el avance sobre la propiedad privada de los más ricos por parte de los más pobres. Esto funciona como una especie de restitución y es ejercida por los pibes chorros.

-¿El Frente Vital es la expresión de los noventa y también de su agotamiento?

-El Frente Vital se crió en esos tiempos de los noventa, en los tiempos de relativa bonanza. Luego el Frente, a fuerza de repartir el botín de los robos entre sus pares con generosidad y también con una buena cuota de demagogia, construyó el mito del Santo de los Pibes Chorros. Luego, con la muerte del Frente Vital en febrero del 99, se termina toda una época de los pibes chorros. Después viene una camada distinta, donde ya el robo y todo tipo de delitos tienen cualquier dirección, incluso en el mismo barrio, ya sin ningún código.

-¿De aquí surge tu hipótesis económica del fenómeno pibes chorros?

-Yo propongo apenas una hipótesis: con la caída del ciclo económico de la convertibilidad, contemporáneo a la muerte del Frente Vital, de alguna manera se termina el ciclo de los pibes chorros que repartían parte de las ganancias entre familiares y amigos. Desde el año 2000 la degradación de la sociedad también empeoró la situación de los pibes chorros.

-¿Cómo lograste acercarte a los personajes?

-Un modo de acercarse a los personajes es a través de los lazos más cercanos a la figura que uno va a retratar, en el caso del Frente Vital desde su madre hasta el último de sus amigos o enemigos. Yo llegué a la villa San Francisco de San Fernando buscando un mito. Y el mito me llevó a la realidad trágica que viven los pobres en la Argentina. El mito del Frente Vital lo conocí por quienes lo sobrevivieron, descubrí sus modos violentos y también su solidaridad.

-¿Terminaste contando la historia que imaginaste el primer día?

-La historia que fui escribiendo tuvo modificaciones. Entre otras cosas porque se morían los personajes. Fue duro, pero tuve que cambiar el libro varias veces.

-¿Qué rol juega la cumbia villera en la cultura de los pibes chorros?

-Muy importante. La cumbia villera es una pátina que reviste a esa vida de un tono melodramático y de algún modo mejora las condiciones de esa vida. No es que la haga glamorosa, apenas la hace soportable. Yo fui a la catedral de la cumbia villera, un local en ruta 202 y Panamericana, con los pibes chorros. Tuve que impostar mi virilidad para estar a la altura de la circunstancias. Los pibes chorros necesitan recrear en el boliche su condición de grupo dominante, al igual que en el territorio del barrio.

-¿Qué descubriste?

-En ese inmenso galpón hay tres mil personas moviéndose al ritmo de la cumbia de Leo Mattioli. Es una cadencia muy propia, no tiene que ver con el rock ni con otras músicas que pasan en los boliches de las clases medias. Mi libro trató de tener esa cadencia, de sonar desde el título "cuando yo me muera quiero que me toquen cumbia", al compás del fenómeno. Que es una cultura con ciertos territorios, con amigos y enemigos, drogas, familiares, robos y odio a la policía, entre otras cosas.

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