| domingo, 07 de septiembre de 2003 | Rosario desconocida: Sueños perdidos José Mario Bonacci (*) Una definición dice que "utopía es un plan, proyecto, doctrina o sistema halagüeño pero irrealizable". Una hermosa metáfora de Eduardo Galeano cuenta que un hombre le dice a otro que perseguir la utopía es como querer alcanzar el horizonte. El otro contesta que siempre lo intenta sin lograrlo, pues cada paso aleja el horizonte un paso más. ¿Para qué sirve entonces la utopía? Pues justamente para eso. Sirve para caminar.
Una ciudad se integra en el tiempo en base a propuestas, deseos, planes, intentos. Muchos se concretan como realidad completa, y otros se cumplen a medias y están entre lo posible y lo utópico. Otros más no ingresan a la realidad concreta y son para el consenso social utopías irrealizables, en un proceso de influencias variadas. Por tanto, es saludable conocer el por qué de ciertas materializaciones, o las razones de ausencias urbanas que siendo imaginadas no llegaron a nacer.
En 1909 se fija la piedra fundamental de un viaducto ferroviario para unir la estación Rosario Central con Rosario Oeste del FF.CC. Central Argentino y que pertenecía antes a la línea construida por Carlos Casado del Alisal para la unión con Casilda (SF), facilitando la primera exportación de cereales desde nuestra orilla.
Su ejecución se calculó en dos años, pero todo se dilató y terminó en el olvido. Pensado en mampostería e hierro como típica arquitectura ferrocarrilera, atravesaría el túnel que hoy complementa la circulación por debajo del Parque España y elevándose paulatinamente, correría a unos seis metros sobre el suelo, bordeando la actual costanera para alcanzar el nivel de barranca sobre el citado parque.
De existir físicamente como elemento urbano marcando la zona hubiese sido único en la ciudad actual. ¿Se podría haber utilizado en el proyecto histórico-turístico "tranvía Rosario" promovido hoy por el gobierno municipal recorriendo en altura unos 2 kilómetros del trayecto parques España-Hipólito Irigoyen?
Integrados a la memoria Las preguntas nacen pensando casos de otras ciudades del mundo y sus estructuras centrales con presencias mucho más antiguas y monumentales, como lo son los acueductos romanos, que existen protegidos e integrando la memoria construida de un lugar. ¿El FF.CC. no es acaso un símbolo integrado al poderío alimentario que llevó a Rosario a ser en el "granero del mundo" el primer exportador mundial de cereales hacia fines de los años 20?
En 1925 la ciudad celebró los 200 años de vida desde su "fundación" atribuida a Francisco de Godoy. Una comisión honoraria exhibió infinidad de opiniones que proponían como fecha, desde el día de creación de la bandera a otros motivos, y pasando aun por argumentos religiosos.
Prevaleció el error histórico de atribuir el hecho al nombrado Godoy y obviamente movilizó deseos de participación y exhaltación del hecho. Uno notable tuvo como autor al entonces joven Andrés Grondona, nacido en 1902, estudiante de la Facultad de Ingeniería local. En una compulsa de ideas proyectó una espléndida torre de 150 metros, de concepción netamente romántica, e imbuida de un admirable sentido del detalle y la proporción. Dejó un dibujo en escala que sugiere el asentamiento en el llano, con arcos de circulación en la base y vista de la ciudad en el horizonte.
De haber existido sería un verdadero faro en la pampa y aunque se desconoce el sitio elegido, el autor pensó en alguno, cuando a los 23 años ejerció su imaginación. Falleció en 1981, a los 79 años, y entre su prolífica obra dejó en la ciudad los templos de María Auxiliadora, del Pilar, Lourdes, y del Carmen.
Homenaje a Montenegro En cuanto al verdadero fundador de Rosario, es bueno consultar trabajos de los historiadores locales Oscar Mongsfeld, Alberto Montes, Wladimir Mikielievich y Marta Frutos de Prieto que rescatan la memoria de Santiago Montenegro, y para salvar el error antes citado saber que la plaza de San Luis y San Martín existe en su homenaje, mientras que el nombre de Godoy fue borrado de la nomenclatura rosarina.
Otro impulso utópico consistió en materializar el proyecto original del arquitecto Angel Guido para el Palacio de Correos, sobre plaza 25 de Mayo. En un basamento monumental de seis pisos, se elevaría una torre de 75 metros con todo el conjunto pensado en un art decó americanista acorde con las teorías de su autor.
Se llegó a completar totalmente la estructura metálica del conjunto guardada en una fotografía de Angel Chiavazza para La Capital, pero comenzaron interferencias e intereses de diversa índole que finalmente modificaron la concepción en porcentaje importante, con anulación de una estatuaria monumental alegórica que siguió luego con el desarme de la torre, hecho en que perdieron la vida dos obreros, cuando este objeto arquitectónico demandaba un gasto menor si se finalizaba.
María A. Bergnia de Córdoba Lutges analiza este proceso en la "Revista de historia", números 15-16 de 1968, y Luis Etcheverry recrea el hecho en La Capital del 26 de septiembre de 1993, señalando entre otros motivos la gestión de gente de la iglesia influyendo en la desaparición de la torre, pues ningún edificio debía superar la altura de la casa de Dios. Lo que nunca se imaginó fue el nivel de especulación inmobiliaria sesenta años después, de lo que es ejemplo claro la situación actual.
Y respecto de la utopía no será ésta la última vez que se nombre a Guido. Se verá en la próxima entrega.
(*) Arquitecto
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