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 domingo, 07 de septiembre de 2003

A las urnas. El gran desafío será estar cerca de conseguir mayoría propia
El Concejo, un modelo para armar
Un total de 561 rosarinos lucharán por las once bancas que hoy se ponen en juego para el Palacio Vasallo

Daniel Leñini / La Capital

La fe que mueve montañas es la que seguramente impulsó a 561 rosarinos a presentarse como candidatos a concejal, en 66 listas, con sus correspondientes postulantes a intendente (40 en total, ya que algunos van en más de una nómina). Las bancas que se renuevan son once, de manera tal que sólo un grupo selecto y reducido del gran pelotón de anotados festejará en el momento en que se terminen de contar los votos, una tarea que se perfila, al menos, como complicada.

Producto de la reforma política que consagró la provincia en 2002, los concejales que asuman este año en Rosario y Santa Fe serán la mitad de los que dejan sus bancas, y lo mismo ocurrirá en los próximos comicios, dentro de dos años. Es decir, los cuerpos legislativos de ambas ciudades quedarán reducidos a la mitad de representantes en un proceso a completarse en dos años.

Ese detalle, sumado a los pronósticos, indican que quien resulte electo intendente de Rosario -más allá de su pertenencia partidaria- no contará con mayoría propia en el Palacio Vasallo para poder aprobar rápidamente los proyectos de ordenanza.

El oficialista Miguel Lifschitz lleva como primer candidato a concejal a Miguel Zamarini; las listas de los justicialistas Norberto Nicotra y Marcelo Muniagurria están encabezadas por Arturo Gandolla y Osvaldo Mainetti, respectivamente; Horacio Usandizaga va con Néstor Trigueros; Federico Steiger lleva a Martín Malaponte y Jorge Boasso a Sebastián Derevianyt.


El rompecabezas que se viene
Seis de los nueve ediles socialistas deben dejar sus bancas el próximo 11 de diciembre. Si el PS llegara a consagrar cinco en esta elección, sumaría ocho bancas de un total de 31, por lo que el partido quedaría a ocho de la mayoría propia (16 concejales).

En el justicialismo quedarán ocho representantes por dos años más; en el caso de que sumen otros cuatro, serían doce. Y si anexaran a los dos ediles cavalleristas con mandato por dos años más, treparían a 14, a dos de la mayoría. Nada fácil.

Si llegase a triunfar Usandizaga, también podría sumar cuatro representantes, con los que, si suma al único radical de Convergencia con dos años más (Boasso), tendría tan sólo cinco bancas en un océano de 31.

Para la selección de los concejales rige el sistema D'Hont (ver infografía), que obliga a un recuento esmerado de los votos porque el último concejal en acceder a una banca (en este caso el número 11) suele definirse por una diferencia mínima entre dos o varios sublemas. Es factible que la definición final lleve varios días y se conozca recién a mitad de semana.

En escenarios tan cambiantes de una elección a otra, nunca se sabe de qué sirven los antecedentes. Y más con el inmediato de 2001, en el que hubo un 26 por ciento de inasistencia en la elección para concejales, un 20 por ciento de voto bronca (anulados o con la foto de Clemente) y otro 20 en blanco.

Sobre un total de 680.000 electores empadronados, votaron 502.000 mil, el 74 por ciento. Ganó el lema justicialista con el 29,5 por ciento (118.000 votos); lo siguió el socialismo, con el 24,9 (100.500 sufragios), pero en tercer y cuarto lugares quedaron el voto bronca (100.100) y en blanco (84.000).

Nunca estuvo tan jaqueado el sistema de representación democrática como en aquellos meses, previos a la caída del presidente Fernando de la Rúa, en los que la decepción ciudadana dejó un testimonio incontrastable en las urnas.

El escenario es más favorable ahora, tras la esperanza abierta en las elecciones presidenciales de abril en que la gente concurrió a votar positivamente y se olvidó del voto en blanco y de quienes lo pregonaron, como el representante de los jubilados Raúl Castells, quien quedó festejando solo frente al Obelisco.

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