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 domingo, 07 de septiembre de 2003

El cazador oculto: Una adicción un tanto enfermiza

Ricardo Luque / La Capital

La televisión ejerce una adicción enfermiza sobre los hombres y mujeres que, por obra y gracia del destino, tienen en suerte aparecer en la pantalla. Ya lo dijo hace tiempo atrás el filósofo árabe Alberto Lotuff: "Sin el vidrio no se puede vivir". Su confesión, apurada por el desasosiego que sintió durante el brevísimo período que estuvo afuera de la caja boba, revela lo difícil que resulta enfrentarse a la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. Y ahí están los desterrados de los reality shows, las viudas e hijas de Lía Salgado y los mediáticos para dar testimonio del calvario en el que se transforma la vida cuando se sabe que se dilapidaron alegremente los cinco minutos de fama. Lo curioso es que, a pesar de que nadie duda de que la fama es puro cuento, se siguen formando larguísimas colas ante cada nueva convocatoria a un casting. Si no pasen y vean a los productores de "Artistas" que, desde que descubrieron que los adolescentes se mueren por salir en cámara, no hacen más que sacar provecho de la situación. Igual que los ejecutivos de los canales locales que, jugando con la ventaja que les da saber que hay gente capaz de cualquier cosa por aparecer en televisión, ponen condiciones extremas a las producciones independientes. Y bien que hacen, porque el precio de la fama cotiza en la bolsa de las ilusiones y ahí las leyes del mercado valen menos que cero. Con todo, hay gente que estuvo en la pantalla y vive para contarlo. Aunque no hay más remedio que preguntarse dónde y cómo lo hacen, porque a simple vista parecería que no hay vida más allá de la televisión. Y no es así. Si no pregúntenle a la seductora Verónica Solina, que después del suceso arrollador de "Cosa de mujeres", se esfumó en el aire como por arte de magia. O a la despampanante Susana Manzelli, que al acallarse los ecos del boom de "Te vi" volvió a su primer amor, la FM. O mejor, a la impetuosa Valeria Shapira, que cansada de batallar las calles de la ciudad abordo del móvil de Canal 3, buscó con sumo cuidado un refugio en la cocina de "De 12 a 14". Lo curioso es que sus brillos no se extrañan, otras estrellitas ocupan su lugar. Se ve que la memoria, y mucho menos la fidelidad, son virtudes televisivas.

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