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 domingo, 07 de septiembre de 2003

[Memoria] "Trajimos saberes, costumbres, una mirada sobre el mundo"
Los judíos italianos en la argentina
Vera Jarach y Eleonora Smolensky recuperan rostros y anécdotas poco conocidas de la inmigración en el libro "Tantas voces, una historia"

Rubén A. Chababo

Entre 1938 y 1939 comenzó a llegar a la Argentina una inmigración italiana que podríamos calificar de sui generis: la de los judíos marginados de diversos espacios sociales como consecuencia de las leyes discriminatorias implementadas por el gobierno de Benito Mussolini. Buena parte de esta inmigración estuvo compuesta por reconocidos académicos y en general no compartía los rasgos socioculturales de los italianos que habían arribado al país durante los años de la gran oleada migratoria. Tampoco venían con la esperanza de ampliar sus horizontes económicos ya que muchos debieron esforzarse por reconquistar en suelo argentino una situación económica tan holgada como la que habían dejado atrás.

Muchos de estos expulsados permanecieron en nuestro país solo el período de la guerra y retornaron inmediatamente finalizada la misma, encontrándose al volver con la dura realidad de familiares y amigos deportados y asesinados en los campos de exterminio. Otros lograron afianzar sus vínculos en el país y se integraron, al punto de no querer retornar a sus ciudades de origen. Se calcula que de los 58.000 judíos que vivían en Italia antes del comienzo de la Segunda Guerra, 8.000 fueron exterminados y alrededor de 6.000 se exiliaron en América. Un número cercano al millar llegó a nuestras costas.

Vera Jarach y Eleonora Smolensky dedicaron varios años a la escritura de "Tantas voces, una historia", sobre las vicisitudes de este puñado de emigrados en suelo argentino. De paso en Rosario para presentar el libro, las autoras dialogaron con Señales.

-¿Qué es lo que diferencia a los judíos italianos?

-Son varios los rasgos diferenciales: como judíos, antes de la guerra, estaban muy asimilados a Italia y a la cultura italiana. A diferencia de los judíos asentados en el Este de Europa, los de Italia no habían sufrido grandes persecuciones. Eso contribuyó a formar una idea de pertenencia muy fuerte, que en nada se parece a la de los judíos polacos o húngaros, por poner un ejemplo. Por eso, cuando se dictan las leyes raciales durante los años del fascismo, los judíos se sorprenden y no pueden entender que eso les esté pasando a ellos, justamente a ellos que nunca habían tenido problemas con la sociedad en su conjunto y mucho menos con el Estado.

Respecto a su particularidad en el conjunto de los grupos migrantes que llegaron al país podemos sin lugar a dudas decir que se trató de una inmigración de elite, no porque todos ellos hayan pertenecido a la alta burguesía, pero sí por tener una inserción social diferente en Italia, que no estaba asociada a la vida rural y campesina sino a la vida urbana. Recordemos que hasta la Segunda Guerra Mundial el índice de analfabetismo en Italia ascendía a casi el 80% de la población, los judíos italianos, por vivir en las ciudades y tener una relación de mandato cultural muy fuerte con el estudio, obviamente que no pertenecían a los sectores más marginados ni social ni culturalmente. Por eso, del millar de emigrados que llegó a la Argentina muchos eran científicos, profesionales y académicos.

-Ese grado de participación o asimilación al medio nacional es similar entonces al que caracterizaba a los judíos alemanes.

-Sí, absolutamente, así como el Iluminismo permitió que los judíos alemanes participaran activamente en la cultura alemana antes del ascenso del Tercer Reich, en Italia, la ausencia de persecución fue un factor clave para su integración y participación en la vida nacional. Si no se comprende esto, tampoco se puede entender por qué motivo la población italiana nunca miró a los judíos como si se tratara de otros o diferentes. Fue el fascismo y las leyes raciales quienes impusieron esta idea trágica de exclusión y persecución.

-En el libro se hace referencia a una cierta adhesión de algunos judíos al régimen fascista en los primeros años.

-Es que el fascismo captó la atención de muchos italianos, no hubo sector que no quedara atrapado en sus consignas y discursos. Entre ellos los judíos. Por otra parte el fascismo de los primeros años no tuvo actitudes ni consignas antisemitas, es más, el propio Mussolini llegó a dar cobijo a refugiados alemanes y hasta habilitó una línea marítima para permitir la salida de judíos desde Trieste hasta Palestina. Pero las cosas se fueron agravando en relación a la coyuntura internacional. La entrada de Italia en la guerra en 1940 no produjo cambios drásticos en la situación de los judíos que permanecieron en Italia. La verdadera hecatombe comenzó en 1943 con la entrada de los alemanes en Italia. Los que no se habían ido corrieron la peor de las suertes. En un solo día fueron arrestadas mil personas en Roma y enviadas a Auschwitz. Ninguno de ellos imaginó nunca ese destino trágico.

-¿Qué trajeron los judíos italianos a la Argentina?

-Trajimos la experiencia y la enseñanza, acaso fuerte, acaso traumática, de pertenecer a una comunidad que nunca desconfió del medio que la había acogido, es decir, trajimos con nosotros cierta idea del alerta, de la desconfianza perpetua en nuestras almas. Pero también trajimos saberes, costumbres, una mirada sobre el mundo. Con nosotros vinieron grandes académicos que habían sido expulsados de las universidades y centros de estudio italianos, como es el caso del filósofo Rodolfo Mondolfo o el matemático Beppo Levi, personalidades que en su gran mayoría fue contratada por las universidades del interior del país. Ellos aportaron muchísimo y es algo que se verifica en el reconocimiento constante que esas casas de estudio tributan a esos hombres de ciencia que fundaron institutos y escuelas de investigación mientras permanecieron en el país. Algunos de ellos, cuando finalizó la guerra, volvieron a Italia. Otros, como es el caso de Beppo Levi, optaron por permanecer en el país que les había dado refugio.

-Todo proceso migratorio tiene un ida y vuelta. ¿Cuál es el balance que hacen de lo recibido en la Argentina?

-Nosotros hemos recibido mucho, en especial porque este país nos abrió las puertas en un momento en el que otros las cerraban. Tuvimos la suerte de llegar a un país que hacia los años cuarenta ofrecía al recién llegado un horizonte de libertad y democracia que a nosotros nos faltaba o desconocíamos. La Argentina de aquellos años ofrecía una serie de avances a los que Italia y muchos países europeos todavía no habían llegado. Buenos Aires era una ciudad fantástica, con un sistema de transporte de avanzada, una vida cultural intensa, un mundo editorial destacadísimo. El lugar de avanzada que ocupaba la mujer en muchas áreas de la vida cotidiana y la cultura era sorprendente. Asombraba la limpieza de las veredas, la buena presencia de la gente, la ausencia de mendigos tanto como la desproporcionada cantidad de comida servida en los restaurantes. Este era un país para quedarse, y a pesar de que la idea de muchos de los llegados en aquellos años era la de volver a Italia una vez finalizada la guerra, buena parte decidió permanecer aquí en la Argentina.

-¿Cuál fue la relación que desde esta orilla mantuvieron con Italia?

-Nunca rompimos con Italia porque sentíamos que aquí estábamos de manera transitoria, que una vez finalizada al guerra y levantadas las leyes raciales volveríamos a nuestras ciudades, a nuestras casas. No nos vinimos peleados con Italia, no vinimos aquí expulsados por el hambre o la falta de trabajo, sino por el fascismo que nos había arrebatado a Italia de un golpe. Por eso es que a pesar del paso de los años, los que no volvimos, los que terminamos fundando hogares en Argentina, seguimos manteniendo nuestra idea de italianidad muy arraigada. Nos sentimos al mismo tiempo argentinos, italianos y judíos. Una triple y compleja triple identidad que muchos no comprenden pero que para nosotros es natural y lógica.



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Un homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra.

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