| domingo, 07 de septiembre de 2003 | [Lecturas] El maravilloso mundo de Paul Auster Narrativa. El libro de las ilusiones. Paul Auster. Anagrama. Barcelona, 2003. 338 páginas Carlos Roberto Morán / La Capital Después de varios libros que resultaron insatisfactorios, el norteamericano Paul Auster ha retornado con una novela muy ambiciosa, quizás la más emblemática de su ya vasta obra desde "El Palacio de la Luna" (1989). Con "El libro de las ilusiones" (aparecido el año pasado en inglés y recientemente traducido por Anagrama), el gran escritor neoyorquino retoma los fascinantes temas de sus principales ficciones: el azar, la búsqueda de alguien que abruptamente desaparece sin dejar rastros, las historias dentro de la historia central, reflexiones sobre el arte, el amor, la vida y la muerte, la plasmación de personajes de características peculiares, difíciles de olvidar.
En su nueva novela el profesor David Zimmer sufre, en los años 80, una verdadera tragedia: su esposa y sus pequeños hijos mueren en un accidente de aviación. Sentimientos de pérdida y culpa lo sumergen durante meses en "una niebla alcohólica de dolor y lástima de sí mismo" de la que sólo emergerá cuando, por causalidad (por azar) ve una película del cómico de cine mudo Héctor Mann, quien después de dirigir y protagonizar una serie de cortos de aceptable nivel desapareció sin dejar rastros.
Poco más tarde el docente universitario se entera que en determinados museos del mundo se encuentran guardadas las películas de Mann, que manos anónimas hicieron llegar para su conservación. Zimmer se decide a verlas, a revisarlas, practicando de paso una catarsis que lo aleja de a poco de la muerte (ha intentado suicidarse) y que vuelve a darle sentido a su castigada vida. Es así que resuelve escribir un libro sobre el actor olvidado y ese hecho, aparte de alejarlo del suicidio, le traerá aparejada una sorpresa singular: a través de una carta se entera que Mann aún vive y que a través de su esposa le comunica su interés en conocerlo.
La historia irá complejizándose, porque mientras esto ocurre Zimmer es contratado para traducir las memorias de Chateaubriand, que se publicaron una vez muerto el escritor francés en 1848. En forma prácticamente simultánea conoce a Alma Grund, hija "postiza" de Mann, la que se presenta en su casa para obligarlo a que lo siga, arma mediante. De pronto Zimmer se ve envuelto en un episodio que casi termina con su muerte y simultáneamente comienza a vivir con Alma una peculiar historia de amor.
Como se advertirá, en todo momento en la larga novela que es "El libro de las ilusiones", las anécdotas se bifurcan, chocan entre sí, hacen surgir otras, como brazos serpenteantes e inquietantes de una particular enredadera. Como Auster es también un hábil artesano no existe la posibilidad de la confusión ni del aburrimiento. La historia central acompañada por las otras, menores, concurrentes y convergentes, va conformando el mundo-Auster llevando a personajes y situaciones a ese ámbito en el que el azar y las casualidades modifican y adensan las vidas de los humanos: "Los pequeños hechos pueden tener la virtud de sacarte de tu cotidianeidad, de hacer que veamos el mundo de un modo distinto", ha expresado el autor en fecha reciente.
Zimmer se enterará del por qué de la desaparición de Mann, un hombre que ha cometido un grave error y carga con su culpa, y también que éste en una suerte de destierro que vive en cercanías del desierto ha seguido haciendo sus películas, que nadie ve y que al parecer nadie tendrá posibilidad de volver a ver jamás. No obstante, el narrador podrá "visionar" una de ellas a cambio de pagar un alto precio, que no es el caso develar.
Las 338 apretadas páginas de "El libro de las ilusiones" parecen remedar esas cajas chinas que al abrirlas esconden otras, más pequeñas y sucesivas. Es lo propio de Auster, es el mundo que propone y por lo tanto no sorprende.
Pese a todo lo anterior, no puede dejar de señalarse que el relato del escritor norteamericano está constituido por una serie de historias y subhistorias que terminan resultando forzadas. No por la desaparición de Mann, ni por el hecho de haber descubierto a un "tapado" del cine mudo (eso mismo pasó con Max Linder, cuyas fotografías no por casualidad ilustran la portada de la novela), sino por la serie de peripecias que debe sufrir Zimmer, el descubrimiento de las películas secretas del actor-director, los acontecimientos terribles que padece el protagonista-narrador en el retiro de Mann que se traduce en una pérdida constante como si fuera un Sísifo contemporáneo, entre tantos otros hechos. Quizás esto se deba a que el autor de "Trilogía de Nueva York" esté necesitado de cumplir con el "canon Auster", quizás porque se ha visto forzado a dejar registros que convenzan y conformen a sus lectores, lo cierto es que es en el aspecto señalado donde "El libro de las ilusiones" se pierde y desluce.
Sin embargo no seríamos leales si no admitiéramos que cuando cerramos el volumen algo inefable ha continuado acompañándonos. A lo mejor, pensamos, se debe al hecho de que alguien contó una historia distinta, renovada, con cargas simultáneas de originalidad, ramplona realidad y poesía. Es lo que aporta Auster y que aquí se reitera, aunque no han faltado críticos que denunciaron la presencia de más de lo mismo, mientras otros hablaron exaltados de "la mejor literatura norteamericana que hoy puede encontrarse en el mercado" y de "una novela llena de imaginación, lucidez y energía". Las opciones quedan abiertas.
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