| sábado, 06 de septiembre de 2003 | Antaño y hogaño "Mientras no se olvida no se perdona, en cuanto se ha olvidado, ya no se tiene nada que perdonar", es una expresión de Alexis Carrell. Recorriendo páginas de historia universal no me olvido del incendio ex profeso de Roma por la paranoia de Nerón. Recuerdo cuando hordas enajenadas quemaron la Bibioteca Nacional, iglesias, el diario La Vanguardia, con total impunidad en detrimento de la cultura. Era la antinomia "alpargatas sí, libros no". Fue durante la presidencia de Perón. Se interpretaba como si la cultura fuese un latrocinio para el trabajo. El 1º de julio de este año Rosario y el país asistieron a un hecho lamentable y vergonzoso: el incendio de la Facultad de Derecho, verdadero baluarte de la justicia y del Museo de Ciencias Naturales Angel Gallardo, posiblemente uno de los más importantes del interior, con más de 12.000 muestras (lo trágico es que algunas son irrecuperables). No entro a discutir el derecho que les asiste a los honestos trabajadores que constituyen un paradigma de la riqueza argentina. Me molesta la detonación de bombas con o sin morteros con total ruindad, sin importar los daños materiales producidos y la cuantía de los mismos. Afortunadamente no hubo víctimas humanas. Sólo me conmueve la solidaridad espontánea de los estudiantes, de los empleados que hace 20 años (dos tercios de la vida activa) se ocuparon de proteger material de archivo didáctico, administrativo, cultural. Juventud, me siento henchido de orgullo por el deber cumplido, por las lágrimas derramadas, por el esfuerzo brindado en salvataje del saber. No debemos admitir neurosis políticas, que engendran odios, como patología social y alteran los fundamentos de lo gravitacional (como el aprendizaje). La Justicia deberá demostrar que la impunidad se terminó en este bendito suelo. Ser coherentes y esclavos de la ley. Igualdad, equidad, responsabilidad. El fiel de la balanza siempre en su lugar, el correcto, sin mirar quién es el ajusticiado. Los dirigentes deben enfrentar sus responsabilidades (si las hubiera) y lavar el bochorno. No cuestiono derechos amparados por la Constitución. Severidad y sapiencia, lo exigible.
Manuel E. Wischñevsky
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