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 miércoles, 02 de julio de 2003

Con un gol sobre el final del recién ingresado Oliva clasificó a la final del reducido de la B
Central Córdoba venció 1 a 0 a Estudiantes
En una noche llena de emociones, los charrúas revirtieron el resultado de Caseros y se acercan a la B Nacional

Gustavo Conti / La Capital

La memoria tiene que volver muy atrás para recordar cuándo fue la última vez que el Gabino Sosa lució así de exultante, así de feliz. Las tribunas llenas de calor humano. El equipo brindándose entero sin renunciar a sus convicciones. El gol que llega justo cuando muchos empezaban a resignarse. El muchachito de la película, el que casi no jugó en el torneo, entrando al final y listo para desatar el delirio jugando de centrodelantero cuando es marcador central. Todo se conjugó para una noche de las que merecen el calificativo de "inolvidable". Por todo eso, y porque Central Córdoba logró revertir el 1-2 de Caseros para meterse en la final del reducido de la B, cuyo ganador tendrá la chance de ascender a la B Nacional en dos partidos con El Porvenir, que promociona.

Pero para esa historia habrá tiempo. La "misse in escena" que los directivos pusieron en marcha, facilitando la concurrencia rebajando el costo de la entrada primero, y poniéndose en onda con las "matadoras" y los fuegos artificiales después, tuvo su correlato con lo que dieron los muchachos de Santángelo, que ayer fue determinante tomando decisiones inteligentes en momentos clave.

Cuando Giunta sacó al inofensivo delantero Amesto para meter aún más atrás a Estudiantes de lo que lo hizo hasta el minuto 80, inmediatamente Santángelo relevó al marcador central Melli y puso a Ferreyra. Cuando vio que la llegaba con toque no terminaba en otra cosa que en el ollazo, sustituyó el trajín de Cárdenas por el oficio de Oliva para ir a buscar el testazo en el área contraria.

Y así, con esa fórmula, pudo vulnerar el cerrojo defensivo pincha, el que siempre contó con la última instancia de un arquero de otra categoría, Arnaudo, que no tuvo un solo error y que minutos antes le sacó un gol imposible a Petrovelli. Pero no pudo impedir que Córdoba le metiera dos cabezazos en el área tras el centro de Vella y que fuera Oliva, el que seguramente Giunta no tuvo en cuenta, el último que le acomodara la pelota lejos de su alcance.

Difícil explicar las sensaciones sin que se erice la piel. Porque ese gol, ya a esa altura invocado a modo de plegaria por casi todo el Gabino, no llegó por casualidad. Pese a que se quedó más pronto que tarde sin Calabrese (ver aparte), Córdoba pudo salir del shock sin traumas en el complemento.

No se obnubiló, siguió usando el toque y la lateralización como bandera, con Vella y Cárdenas para trepar, y con Ferri y Panchito Fernández para pensar, a lo que Cicuta le adicionó un esfuerzo titánico. Así arrinconó a un Estudiantes estructurado para aguantar el cero, más allá de la inteligencia de Della Marquesina, y del remate en el palo de Zárate que debió ser anulado por mano previa del delantero.

Nada sonó más justo que el gol de Oliva. El muchachito al cabo de una película con el final más feliz imaginado, el que abre las esperanzas para que las partes que quedan por jugar puedan terminar de la misma manera.

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Ferri festeja con Guffanti el gol de Oliva.

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