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 lunes, 30 de junio de 2003

Las fogatas de San Pedro y San Pablo se cargaron de nuevos significados
La miseria, el hambre, la falta de empleo y algunos políticos se entregaron al fuego
La festividad se recreó ayer en media decena de lugares. En el Distrito Oeste se reunieron más de mil personas

Carina Bazzoni / La Capital

La miseria, el hambre, la falta de empleo y algún que otro político se ofrecieron ayer a las fogatas de San Pedro y San Pablo que se encendieron en distintos puntos de la ciudad. Según las zonas, los festejos tuvieron distintas particularidades, pero los unió un común denominador: la esperanza de alejar los males entregándolos simbólicamente al poder purificador del fuego. Y así se hizo en los parques Scalabrini Ortiz y Sur, en el Centro Municipal de Distrito Oeste, en la Escuela de Artes Plásticas Manuel Musto y en Camilo Aldao y Saavedra.

Desde hace tres años, la Escuela de Artes Urbanas de la Municipalidad recrea, cada 29 de junio, las fogatas de San Pedro y San Pablo, una antigua fiesta pagana-cristiana ligada a la inmolación de los malos espíritus y a la realización de pequeños milagros (ver aparte).

Pero ayer, los escenarios y las actividades que incluyeron los festejos se multiplicaron y se cargaron de distintos sentidos. Logrando que, a pesar del frío, tanto vecinos como curiosos se sumaran a la propuesta de "quemar aquello que no queremos" con tanto éxito que sólo en el Centro Municipal de Distrito Oeste se reunieron más de mil personas.

Y a la hora de la quema, la miseria y el hambre se ubicaron en el primer lugar, tanto como la falta de confianza, la corrupción y hasta los nombres de políticos y sindicalistas que ardieron en las llamas junto a algunas suegras, algunas maestras y algunos técnicos y jugadores de fútbol.


Barriletes, murgas y muñecos
Con todo, el festejo no fue el mismo en todas las zonas. En el parque Scalabrini Ortiz, a partir de las 15, se armó una gran montaña de ramas secas y, alrededor, los pibes remontaron barriletes y actuaron distintas murgas. En el interín, chicos y grandes depositaron sus mensajes en la fogata que se encendió a partir de las 18.

Para la zona oeste también fue un día de fiesta. En el centro municipal de distrito, malabaristas y un grupo de chamamé se encargaron de hacer el aguante a la caída del sol, y hasta lograron que una veintena de parejas se animara al baile y al zapateo.

Sin embargo, el plato fuerte de la fiesta llegó después de las 18, cuando un joven montado en un monociclo apareció con una antorcha y no sólo se encendieron ramas y hojas secas, sino también cinco muñecos, confeccionados por las distintas entidades comunitarias que trabajan en el barrio.

Así, se pretendieron quemar todos los males. Tanto aquellos vinculados con la crisis del país y la falta de empleo, como otros más cotidianos. Y tanto los grandes como los chicos cruzaron los dedos para que esto se cumpla.

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El Distrito Oeste fue el elegido para el ritual.

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