Oscar Lehrer / La Capital
Emanuel ya pertenece a la historia del básquetbol. Pagó el derecho de piso y ahora lo conocen y respetan todos. Ginóbili es el mejor jugador argentino. De eso no hay dudas. Pero hubo otros grandes jugadores que probaron suerte en la mejor liga de básquet del mundo (NBA) sin tanto suceso. ¿Qué lo hace distinto? ¿Por qué se adaptó tan bien a la competencia? Según los entendidos y sus compañeros de equipo, porque suma varias virtudes. Según él porque "el hecho de ser argentino me sirvió para valorar todo lo que me está pasando. Ahora viajo en un avión privado y duermo en unos hoteles que no se pueden creer. Pero también sé y me acuerdo de lo que es viajar 15 horas o más en bondi para jugar un partido. Además sé lo que se siente cuando no te pagan el sueldo. Yo pasé por todas y eso me sirve para no marearme". Entre otras cosas, primero y principal, defiende muy bien: impide los lanzamientos de los rivales y recupera varias pelotas por partido. Buirrf, el manager de los Spurs, lo sigue desde que jugaba en Calabria, y siempre confió en sus capacidades técnicas. Es un jugador mucho más completo y todavía no llegó a su techo. Además, cuenta con un estado físico impecable que le permite jugar todos los minutos que está en cancha al mismo ritmo. Por otra parte, no le escapa el bulto a los tiros complicados ni desaparece en los momentos difíciles. Manu está en todas partes, tiene manos rápidas para hacer pases y anota tiros cruciales. Pero, por sobre todo, se destaca porque es un jugador impredecible. En un equipo como los Spurs, que es muy eficaz en ataque pero algo esquemático -casi todas las pelotas terminan en Duncan-, Ginóbili aporta unas pinceladas de magia. Gregg Popovich, el técnico de San Antonio, cuenta con él como el sexto hombre del equipo (el suplente más valioso). Se está acostumbrando a ser un gran jugador. Ganó campeonatos europeos y fue elegido como el Jugador más Valioso de Europa durante dos años consecutivos. En los Spurs no le llega mucho la pelota, pero cuando la toma, seguro que pasa algo bueno. Es especial, se dijo alguna vez. No por nada Michael Jordan, el mejor basquetbolista de la historia, posó su mirada sobre Manu y le puso un aprobado: "Es un jugador muy, muy bueno; un ejemplo para la juventud", sentenció. Nunca se deprimió, ni aun cuando no se podía recuperar de una lesión en el tobillo durante el Mundial de Indianápolis. La pasó muy mal. En esos días nada no le salía nada como esperaba. Ya ganó un anillo, el deportivo y de mucho valor, ahora en un par de meses ganará otro, pero en este caso el de la vida, porque después de cuatro años se casará con la nicoleña Marianella (hija del ex jugador y actual técnico Luis Oroño), su novia de toda la vida, con la que piensa tener muchos Manu para que sigan su carrera.
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