Año CXXXVI
 Nº 49.873
Rosario,
domingo  15 de
junio de 2003
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Lágrimas y silencio
La amargura invadió a los jugadores

Ingresar al vestuario de un equipo descendido se asemeja a un velorio. Nadie habla, los ojos enrojecidos delatan muchas lágrimas derramadas, las cabezas permanecen gachas con la vista en el piso. Argentino no fue la excepción. Durante varios minutos la puerta del camarín permaneció cerrada y el silencio era tal que los periodistas que aguardaban pacientemente alguna palabra no se animaban a abrir la boca.
Esa ceremonia lúgubre comenzó en el campo de juego con la finalización del partido. Sciretta, recostado en el suelo, recibió la palmada de consuelo de Solferino. El técnico de Armenio, Pachorra Smaldone, les dio ánimo saludando uno por uno de los jugadores salaítos. Otros no pudieron contener las lágrimas. Como el pibe Theiler, que en apenas pocos partidos en primera le tocó ser partícipe involuntario de la condena de la C. Los pies para encaminarse hacia el túnel pesaban el doble. Fue difícil transitar esos metros, mientras los hinchas les brindaban el reconocimiento que se merecían.
"Quédense tranquilos, levanten las cabezas que hicieron todo bien", fueron al rato las palabras de Marini hacia sus jugadores en el vestuario. El responsable de la levantada final quería subirles la moral. Pero era difícil.
Afuera se paseaba la figura de Omar Montero, aquel volante central del Argentino de Tablón Bautista, que en el 83' ascendió a la Primera B (no existía la B Nacional). Eran tiempos de gloria. Hoy la realidad es diferente. Y por los errores de sus dirigentes, tras 13 años (89/90) Argentino vuelve a la C.


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