Año CXXXVI
 Nº 49.867
Rosario,
lunes  09 de
junio de 2003
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Editorial
Recuperar la ciencia y los científicos

En estos tiempos en que parecen soplar vientos de cambio, más de un indicio parecería apuntar a que el éxito así como el fracaso del desarrollo de una Nación está centrado en el despegue de su trabajo científico y tecnológico. Esto es, tener la posibilidad de contar con las herramientas y apropiarse de ellas para competir en esta batalla por el conocimiento que se viene librando desde hace mucho con dispar fortuna.
Es que en general, tanto el empresario como los argentinos en general se fueron adecuando en estos últimos años a la egoísta y retrógrada política de hacer cada uno la suya. Vale decir, salvarse solo aun cuando era posible ver como podaban las barbas de los vecinos. Así se instauró la práctica de correr riesgos solamente para los negocios propios para obtener dividendos también propios. Y ni hablar de aportar para emprendimientos a futuro y sin la seguridad de las utilidades inmediatas.
Ahora, desde la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación, se empeñan en convencer al empresariado privado del valor de su aporte a la innovación y la apropiación del conocimiento, porque se está persuadido de que esa es precisamente la gran ausencia que está demandando la ciencia y la investigación.
Recientemente, un informe del Banco Mundial presentado en la Universidad Torcuato Di Tella formuló un llamado a los gobiernos de la región para que adopten en forma urgente medidas que destraben el área de destrezas y tecnología. En esa ocasión se puso énfasis en que el crecimiento económico en América latina y el Caribe se ha quedado a la zaga de los países desarrollados y de Asia Oriental en las últimas dos décadas.
Quienes dedicaron su sapiencia a analizar la cuestión llegaron a la conclusión de que América latina sufre un déficit importante tanto en educación como en tecnología y, por ende, bajas tasas de crecimiento de la productividad. Y puede que estas brechas sean ahora más importantes que las brechas de financiamiento. Por eso, pretender triplicar la inversión del PBI en ciencia y tecnología, llevándolo al 1% podría ser el primer escalón deseable. Pero al parecer la política oficial apunta a crear conciencia de que las instituciones y las empresas tienen que buscar innovar en tecnología a largo plazo, como mínimo en unos cinco años. Se trata de un trabajo lento y extenso.
Frenar el éxodo y comenzar poco a poco con la repatriación de investigadores mejorando sus remuneraciones es el gran desafío, entre otras medidas complementarias imprescindibles. Ya es hora de dejar de pensar como en un país periférico y subsidiado, en el que le tocó el reparto de producir o fabricar en un determinado sentido. Ahora es momento de ser novedosos. La mayoría de nuestros técnicos en computación no saben de determinadas piezas, saben todo de todas, por eso son muy requeridos. Los investigadores de Ciencias Exactas están trabajando desde aquí para el exterior en biología molecular y telemedicina. Es hora de valorar el silencioso trabajo y las escasamente difundidas capacidades. Y apoyar desde el sitio donde se toman las decisiones lo que esforzadamente algunos supieron conseguir.


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