River Plate logró con un 4 a 0 sobre San Lorenzo, más contundente en cifras que en juego, calmar ayer las turbulentas aguas que bajaban desde sus tribunas a partir de la eliminación en la Copa Libertadores y el posterior empate con Boca. El triunfo, en un estadio Monumental con buena asistencia de público, era imprescindible para la vida interna riverplatense, y si podía ser con una buena exhibición futbolística, mucho mejor. Pero aunque esta nunca llegó, los que sí estuvieron presentes fueron los goles, y a su influjo el hincha millonario se permitió festejar nuevamente y gritar el desahogo después de un par de semanas para el olvido. Porque si bien River redondeó una goleada justificada después de un primer tiempo en que había superado levemente a San Lorenzo y terminó ganando injustamente 1 a 0 con gol de Cavenaghi, el fútbol que venía mostrando hasta la caída ante América de Cali no pasó ayer por Núñez. Pero en la segunda mitad y con el ingreso de Daniel Ludueña, un pibe que entra siempre para darle oxígeno futbolístico al equipo y cumple con su cometido, el volumen de juego riverplatense fue demasiado para un desconcertado San Lorenzo. Además, con el cordobés en la cancha, D'Alessandro dejó de dialogar con la boca protestando fallos y empezó a hacerlo con los pies al encontrar un interlocutor válido para expresar su fútbol. Los visitantes, por contrapartida, entregaban grandes facilidades por los costados, creando campos fértiles para las llegadas de volantes y delanteros. Y así River, que en el primer tramo de ese segundo tiempo había contenido con solvencia los tibios intentos sanlorencistas, con Horacio Ameli como principal columna, después manejó el desarrollo a través de su superioridad. Y definió el partido antes de los 20 minutos, luego de un tiro libre de D'Alessandro con comba hacia dentro que Matías Lequi cabeceó al gol. De allí en más todo fue del local, que manejó la pelota y generó muchas opciones, varias de ellas desperdiciadas por Esteban Fuertes, apareciendo Gonzalo Rodríguez como único sostén para contener el aluvión local. Por eso fue casi una decantación que a los 35' llegara el tercer luego de un centro rasante que lanzó Cavenaghi, la figura de la cancha, y concretó D'Alessandro. Y cuatro minutos después un lujito de Guillermo Pereyra (reemplazó en el primer tiempo el lesionado Claudio Husaín), con un remate de emboquillada, cerró un marcador quizás exagerado a la hora de hacer un balance global del encuentro. Para los hinchas de River fue como un pequeño renacimiento y festejaron como se debía. Los de San Lorenzo rompieron algunas butacas, mientras denostaban al técnico Ruben Insua. (Télam)
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