 |  | cartas Un mal comienzo
 | En atención al exiguo porcentaje del electorado que lo votó el doctor Kirchner debió haber extremado los cuidados para comenzar con pie derecho. Y su padrino Duhalde hubiera tenido que medir sus últimos actos de gobierno. Pero no ha ocurrido así. En efecto a sus desaciertos en materia de devaluación, pesificación asimétrica y arrasamiento de la seguridad jurídica el presidente interino le agregó a contrapelo de la historia la estatización de una empresa deficitaria, cuyas pérdidas serán soportadas por el Estado o sea por todos nosotros. El nuevo presidente por su parte antes de asumir cuando se bajó Menem del ballottage pronunció un discurso incendiario profiriendo agravios y ahondando divisiones. Asimismo descalificó a reputados periodistas. Al acto de asunción asistieron el dictador más antiguo del planeta, Fidel Castro, quien vino manchado con la sangre de sus compatriotas que mandó fusilar o morir en la cárcel y su ladero, el cocoliche Chávez de Venezuela, lo cual forzosamente me hizo recordar cuando a la asunción de Cámpora asistieron los presidentes de Cuba, Dorticós, la marioneta de Castro en aquel entonces, y el de Chile, Allende. ¿Y qué ocurrió después en Chile y en nuestra patria? La presencia de Castro fue recibida con aplausos por la mayoría de nuestros legisladores, los mismos que aplaudieron también la irresponsable declaración de default de nuestro país por el efímero presidente Rodríguez Saá. Esas frívolas actitudes de nuestros legisladores me recuerdan el alboroto y algarabía de sus antecesores cuando también celebraron antaño el encendido discurso inaugural de Cámpora, y después siguió la larga noche del 73 en adelante. Volviendo a Kirchner, parece que busca -vaya a saber con que propósitos- abrir un posible frente de tormenta efectuando una innecesaria purga en las Fuerzas Armadas. En su discurso inaugural creó confusión moral en los ciudadanos al subordinar el pago de nuestras deudas a que al país le vaya bien, como si los jubilados italianos o japoneses, tenedores de buena fe de bonos públicos argentinos, tuviesen la corresponsabilidad por nuestra pobreza o prosperidad para percibir sus créditos. Con semejante declaración el flamante presidente ahuyenta nuevas inversiones, las que precisamos imperiosamente para reactivar la economía y el empleo. Raúl Ghione
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