Angel Girardi (*)
Tener la provincia con más de 2.000.000 de hectáreas inundadas, su ciudad capital arrasada por las aguas y un sinnúmero de coprovincianos condenados a la nada no es gratificante ni halagüeño para nuestra gente ni para nuestra provincia. Este desastre meteorológico que convirtió nuestra provincia en una verdadera catástrofe en su región centro norte merece algunas reflexiones, vayan ellas en sentido constructivo. No es este el momento de denunciar, es el de solucionar. Las obras de infraestructura deben hacerse y planificarse a años vista, no en la urgencia, eso lleva a errores que en lugar de dar soluciones multiplican los problemas a futuro. Es prioritario y fundamental trabajar en comunión y conexión permanente la Dirección Provincia de Hidráulica y Vialidad Provincial. No puede haber divisiones a nivel provincia en hidráulica. Esta debe ser una sola. Hoy en la parte norte está el CFI, en el sur la Dirección de Hidráulica. El contribuyente debe tener una sola sintonía, el cambio de frecuencia, a veces produce desencuentros. Debe cumplirse el principio hidráulico universal: comenzar las canalizaciones aguas abajo. Esto no siempre se cumple, por presiones comunales, distritales, particulares, etcétera. Acá se debe ser firme y contundente. El infractor debe ser severamente penalizado con sanciones económicas que resulten el doble a lo que se ocasiona. Ejemplo: si inunda una hectárea donde se produce maíz, tomando una media de rendimiento de 70 qq/ha, debería indemnizar al vecino con 140 qq de maíz por hectáreas, más el restablecimiento a su costo de la situación anterior a la que se encontraba a priori de la infracción. Todas las obras hidráulicas sin excepción deben tener autorización para realizarse. Hoy en día vemos lamentablemente que esto no es así. Es inaudito que empresas particulares estén trabajando a ton ni son a capricho de quien las contrata sin ninguna planificación oficial. Si repasamos y contamos los canales y obras clandestinas veremos que estos multiplican con creces a las autorizadas y planificadas. La siembra de las banquinas y la colocación al azar de tubos alcantarillas dificultan el manejo del excedente hídrico. Este desmanejo, este irraciocinio se paga. El uso indiscriminado del suelo, la tala irracional, el monocultivo de soja. Argentina tiene desgraciadamente la mayor proporción de su suelo en monocultivo de soja, Santa Fe no es la excepción. Esto genera una pérdida de estructura que no se resuelve con fertilización. Se soluciona con rotaciones con pasturas y rotación de cultivos. La Afip hace bien en controlar qué se siembra y cuánto se cosecha a nivel satelital. Pero debería utilizar este valioso elemento para premiar a quienes hacen rotaciones con impuestos diferenciales y sustancialmente más bajos por conservar el capital suelo. Desgraciadamente están sufriendo esta inundación más que nadie los que menos tienen. Ellos están asentados en alrededores de lo que fue la ciudad original. Es prioritario volver a reactivar al campo con rutas, escuelas, electricidad, alambrados, poblarlos y trabajarlos racionalmente, así muchas personas no tendrán necesidad de salir expulsadas y buscar como medio de sobrevivir desplazarse a la ciudad. Santa Fe, su gente, su historia y geografía merecen y deben seguir vivos en plenitud. La forma de bota de nuestra provincia no es un capricho de la cartografía es una consecuencia de su fortaleza y potencial. Si nos ponemos todos juntos tras el ideal de obrar con prudencia, pensando en la comunidad y no en lo particular, respetando las leyes y penando a los infractores, volveremos a pisar fuerte como la bota que somos. No merecemos ni podemos ser chancleta. (*) Presidente de Aprocaboa
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