Casablanca. - Poco antes de los sangrientos ataques suicidas en Casablanca, EEUU y Gran Bretaña habían advertido sobre posibles nuevos atentados terroristas en Arabia Saudita así como en siete países del este de Africa y también en Asia. Pero nadie se esperaba un atentado en Marruecos. El reino alauí al menos no aparecía en la lista. "¿Por qué nosotros?", se preguntaban ayer muchas personas en el país norafricano.
Sin embargo, hubo quienes se temían algo así. La guerra de Irak causó un gran malestar entre la población de Marruecos, sobre todo entre los islamistas, que estuvieron en jaque durante décadas bajo el dominio del rey Hassan II, muerto en 1999, y que ahora cobran cada vez más fuerza.
Así, el islamista Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD), considerado moderado, se convirtió al primer intento en la tercera fuerza política del país en las elecciones legislativas de septiembre de 2002. Para evitar un avance mayor, alentado por las protestas contra la guerra en Irak, hace seis semanas el gobierno decidió aplazar hasta septiembre los comicios municipales, previstos inicialmente para junio. Para entonces, según el cálculo del Ejecutivo, los ánimos se habrán calmado.
Pero mientras en Rabat y Casablanca cientos de miles de personas protestaban en las calles contra la guerra de Irak, incluso lanzando loas a Saddam Hussein, del lado oficial no hubo una sola palabra crítica a EEUU.
Y es que, como país moderado, Marruecos es uno de los aliados más importantes de Washington en el mundo árabe y a la vez ansía una relación cada vez más estrecha con la Unión Europea. No en vano, el gobierno de Rabat fue uno de los primeros en condenar los atentados terroristas del 11 de septiembre en EEUU. Sin olvidar que Rabat aspira a contar con el apoyo de Washington para solucionar el conflicto del Sahara Occidental.
Bajo el reinado de Mohammed VI, el hijo de Hassan, Marruecos se muestra orgulloso de apoyar la lucha de Washington contra el terrorismo. Precisamente en Casablanca, que en la noche del viernes fue escenario de cinco sangrientos atentados suicidas, tres sauditas fueron condenados en febrero a largas condenas de prisión por pertenecer a la red terrorista Al Qaeda. Washington elogió a Marruecos, pero uno que otro líder político advirtió sobre los riesgos de cerrar filas con EEUU.
El peligro islámico
El acercamiento a Washington, pero también la precaria situación económica, dan alas también a los islamistas radicales. A fines del año pasado, la policía de Marruecos detuvo a decenas de presuntos extremistas, también en Casablanca. "Durante años se subestimó la influencia de los fundamentalistas islámicos, pero estas detenciones muestran sólo la punta del iceberg, ya que en la clandestinidad hay numerosas agrupaciones que esperan su gran momento", opinaba un comentarista político.
El miedo a los "barbudos" y de llegar a una situación como en la vecina Argelia aflora una y otra vez en la prensa. "Los extremistas están entre nosotros, la barbarie ha franqueado los muros de la ciudad", escribía el diario L'Economiste, mientras que L'Opinion advertía de que si hay algo que se puede dar por seguro es que "la excepción marroquí ya no existe".
Tampoco parece casual que un centro cultural español haya sido uno de los blancos en los que se cebaron los terroristas: el gobierno de Madrid fue uno de los principales defensores de la ofensiva bélica anglo-estadounidense en Irak. Pero posiblemente los autores de los ataques tenían además en mente otro objetivo: demostrar que los extremistas, a pesar de la lucha mundial contra el terrorismo iniciada por Washington y la guerra de Irak, aún son capaces de atacar a los aliados de EEUU, así sea en territorio saudita, como días atrás en Ryad, o ahora en Casablanca. (DPA)