 |  | Editorial Se abre un nuevo ciclo
 | La Argentina que a fines del 2001 estalló en llamas y vio cómo en rápida sucesión caían tres jefes del Estado no parece, aún, haber encontrado su rumbo definitivo. Sin embargo, la renuncia de Carlos Menem a presentarse en la segunda vuelta electoral y la consecuente consagración del santacruceño Néstor Kirchner como el próximo presidente de la República se erigen como una indudable bisagra en un proceso angustiante, durante cuyo transcurso la Nación padeció los que acaso hayan sido los instantes más difíciles de su historia. Y si se trata de una bisagra, necesariamente existe junto con ella algo que se abre y también, claro, algo que se cierra. Y si bien lo deseable hubiera sido la concreción del ballottage el próximo domingo, ya que hubiera disuelto especulaciones y despejado dudas, acaso no haya peor error en este momento que detenerse en el pasado. Corresponde, en cambio, enfrentar el duro presente con todas las herramientas de que se dispone, más allá de que éstas -según lo conoce bien el pueblo argentino- disten de ser las ideales. El flamante primer mandatario deberá, en ese sentido, recordar con precisión los errores de sus predecesores y evitar las riesgosas tentaciones del personalismo. La construcción de amplios consensos, al modo de la España posfranquista, parece un camino que habrá que transitar si se pretende extraer al país de la ciénaga que lo aprisiona. Néstor Kirchner representa a una generación -la de los años setenta- que por primera vez accede a la trascendente responsabilidad que significa el ejercicio de la primera magistratura. Su llegada al poder implica, por ende, un cambio de aire que merece ser rescatado como positivo. Su discurso de campaña se vinculó nítidamente con el rescate de valores largamente postergados en la Argentina, como la producción nacional y la creación de legítimas fuentes de trabajo a partir de un esquema económico basado en un tipo de cambio alto que favorezca el flujo de las exportaciones y dispare la sustitución de importaciones con la mira puesta en el mercado interno. Los elevados niveles de endeudamiento que padece la República y la inestable situación que aún sufre el sistema financiero se erigen como graves escollos, amén de la enorme cantidad de excluidos que hoy dependen del subsidio estatal para sobrevivir. Múltiples obstáculos presenta, entonces, la ruta a recorrer. Pero este ciclo histórico que se abrió ayer incluye una cuota de esperanza que una Nación estragada por la pérdida de confianza debe defender y alentar. Ojalá que la democracia haya alumbrado, esta vez, una solución concreta a los numerosos problemas de los argentinos.
| |
|
|
|
|
 |
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|