Daniela Cintia Sparvoli viajaba alrededor de 160 kilómetros diarios para ir y volver a la escuelita rural a la que asistían solo seis alumnos. Como tenía un salario que no superaba los 400 pesos no le quedaba otra alternativa que hacerlo a dedo. De martes a jueves viajaba de mañana y sólo los lunes, como el último día de su vida, se trasladaba de tarde.
Antes de casarse, hace poco menos de un año, Daniela solía quedarse a dormir en la solitaria escuela y sólo los días de tormenta buscaba descanso en una explotación rural vecina para estar junto al calor de una familia que le daba alojamiento.
"La queríamos como a una hija y para nosotros el esfuerzo que hacía para enseñar es comparable al de un héroe. Daniela era una de esas personas agradecidas de la vida y de todo lo que le había dado", opinó el productor agropecuario que la albergaba, Antonio Tartaglini.
"Cambiaba unas cinco veces de auto por día para llegar al establecimiento y en Villa Eloísa tenía un auto de su propiedad (un viejo Peugeot 404) que guardaba en el corralón de la comuna. Con ese vehículo viajaba los 9 kilómetros desde Villa Eloísa a la escuela de campo", explicó.
Por su parte, el tío de Daniela, Armando Ferreira, contó que la joven no tenía hijos y que siempre estaba con una sonrisa a flor de labios. "No podemos creer lo que le pasó porque estamos seguros de que no tenía enemigos. Esto es obra de un loco que queremos ver encerrado lo más rápido posible", remarcó el hombre, desde un dolor profundo.
Por su parte, Liliana Dani, Marcela Reyes y Graciela Bosio, todas amigas de la maestra asesinada, expresaron que Daniela "era una persona maravillosa", y que solía sobrellevar los problemas de buen humor. "Era humilde, solidaria, y frontal". Aclararon que "no solía mostrar miedo" cuando era advertida sobre los peligros de viajar a dedo.
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La Ciudad
