El médico francés Alfredo Tomatis estudió el Efecto Mozart desde hace más de 40 años y desde entonces se utiliza en más de 250 centros en el mundo. Desde el punto de vista estético o psicológico Tomatis distingue una serie de cualidades presentes simultánea y permanentemente en todas las composiciones del músico austríaco. En todas sus frases, escribe Tomatis, en sus ritmos y en las secuencias, hay una sensación de libertad y rectitud que permite respirar y pensar con facilidad, a la vez que pone en evidencia nuestro potencial creativo. En las obras del músico reina un sentimiento de seguridad permanente. Tomatis comprobó sus efectos en su clínica en París, donde sanó a más de 100.000 pacientes. Además realizó experiencias sorprendentes en un monasterio en Bretania con vacas que escuchando sinfonías de Mozart aumentaron notablemente su producción de leche. En Munich realizó experimentos con niños en riesgo de muerte, llegando a normalizar signos vitales con la música de Mozart, sonidos fetales y la voz materna. Más allá de todo, Mozart tocó el cuerpo humano como nadie jamás lo ha hecho. Su música hace vibrar y fluir el propio canto. Pone en resonancia el potencial de quien lo escucha y genera efectos sorprendentes. "En Mozart nos reencontramos todos", sostiene Tomatis.
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