"Los bebés que desde el vientre materno escucharon Mozart, canto gregoriano o música celta serán más tranquilos y llorarán poco. Las madres tendrán un parto más sereno y el niño captará los sonidos con facilidad", asegura Ana María Rodríguez Acedo. Como profesora de música sostiene como disciplina de trabajo el método de educación auditiva ideado por el francés Alfredo Tomatis, creador de la audiosicofonología, que se basa en la relación existente entre el oído, el lenguaje y la imagen corporal. La técnica utiliza los sonidos como dinamizantes y es efectiva en personas con problemas de aprendizaje, para la educación de la voz y el canto, y en la estimulación del pensamiento, la reflexión y la creatividad en bebés, niños y adultos.
Rodríguez Acedo explicó a La Capital los efectos de la técnica en embarazadas que "enseña a desarrollar el diálogo intrauterino entre la madre y el niño en gestación".
Diálogo intrauterino
La música y la voz de la madre son los sonidos que escucha el niño desde los cuatro meses de gestación, cuando su oído terminó de completarse. Desde ese momento espera los sonidos ansiosamente y los guarda en la corteza cerebral, quedando grabados de por vida. Cuando el niño nace, rápidamente reconocerá la voz materna y los sonidos escuchados en el vientre materno. De la misma manera que el cordón umbilical alimenta físicamente al bebé, los sonidos nutren la corteza cerebral.
Según los sonidos escuchados, variarán las consecuencias. Por eso Tomatis estudió los efectos de la música de Mozart, a quien llamó "madre sustituta" y comprobó que genera un efecto sedante, al igual que el canto gregoriano, sin instrumentos, y la música celta. Según pudo comprobar, los niños que escucharon estos sonidos durante la gestación crecieron más tranquilos. También demostró que estos sonidos pacifican a la madre y mejoran las condiciones del parto.
"El proceso de estimulación temprana a través de la música comienza con la respiración. Esto es lo primero que tiene que aprender la mamá cuando espera a su niño", comentó Rodríguez Acedo. "A la noche, cuando se acuesten y estén tranquilas, les recomiendo que escuchen un poco de música, preferentemente Mozart. Esto no significa que no puedan escuchar otro género musical, pero en el proceso de estimulación del bebé lo recomendado es Mozart", aclaró.
"También les aconsejo que escuchen canto gregoriano cuando perciben que el bebé se mueve demasiado. Esta música les aporta una gran carga de serenidad y tranquiliza. Para los que tienen fe, además es una oración. La energía corre siempre, y la música es fundamentalmente eso. Esta, sumado a la voz de su mamá, inicia el diálogo que se extenderá a lo largo de toda la vida", confirmó Acedo.
Aprender a escuchar
"La música es una necesidad", afirma Tomatis en los fundamentos de su teoría. "Favorece la cristalización de las estructuras funcionales del sistema nervioso y facilita la producción de energía que estimula al cerebro, indispensable para pensar". Abre el camino a la voz cantada y a la expresión corporal.
Diferentes estudios demuestran estos resultados. En una oportunidad se tomaron tres grupos de niños que tenían que rendir matemática. El primer grupo rindió acompañado de la música de Mozart, el segundo fue examinado sin música y el tercero tuvo rock pesado como sonido de fondo. Del primer grupo aprobó el 99%; del segundo un 70% y del tercero, que recibió una avalancha de sonido a decibeles muy altos, aprobó un 15%. "Esto demuestra que la música favorece la concentración", remarcó la especialista.
La clave está en aprender a escuchar. Y al respecto, Tomatis definió claramente la diferencia entre escuchar y oír. Según el investigador, mientras el primero es un acto voluntario que requiere el deseo de usar el oído para enfocar los sonidos seleccionados, el segundo es el acto pasivo de recoger sonidos al azar. Tomatis enseñó a escuchar a través de la música suave, colocando el oído derecho hacia el lugar desde donde se emite la música.
"Lo experimenté con mi hijo, relata Ana María. Cuando estaba embarazada ponía música clásica. Mientras escuchaba, el bebé estaba tranquilo, pero al llegar al concierto de Schumann, empezaba a patear con fuerza, evidentemente no le gustaba. Esto lo pude comprobar cuando nació, que al ponerle la misma música reaccionó inmediatamente con una señal de descontento".
Haber aprendido a escuchar hará posible que la persona se exprese mejor, pueda concentrarse fácilmente y sea armónica. También la respiración permitirá manejar mejor la voz, los tiempos y fundamentalmente el carácter. "Los ejercicios de respiración enseñan a ser pacientes", afirmó la especialista.
Este tratamiento también se utiliza en personas con discapacidad y en aquellos alojados en instituciones psiquiátricas. "Los esquizofrénicos logran calmarse -dijo Rodríguez Acedo- y en los niños autistas significó un fuerte estímulo. A partir de asociarla a objetos y a sus nombres, aprendieron a comunicarse", agregó.
A través del arte
"La música tiene un poder especial, explicó, puede hacer mucho bien y mucho mal. Está comprobado que cuando los sonidos ingresan al oído, si éstos mantienen un ritmo de entre 40 y 60 pulsaciones por minuto, logran calmar a quien los escucha, mientras se mantenga entre los 60 y 80 decibeles. Sucede lo contrario cuando el oído recibe 120 decibeles".
Por otro lado, incentiva la creatividad, permite memorizar con más facilidad y hace pensar. Esto mismo ya lo sostenía Platón cuando afirmó que el hombre aprende a través del arte, porque lo armoniza. "Si la gente fuera más pasiva, pensante y armonizada, es más difícil de manejar. Estoy segura de que si muchos hubieran crecido con Mozart no hubiera existido la guerra contra Irak", concluyó.