Año CXXXVI
 Nº 49.831
Rosario,
domingo  04 de
mayo de 2003
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Panorama político
El agua, señora de vida y muerte

Evaristo Monti

Más de 30 años atrás, Bertrand de Jouvenel anticipó que las guerras del futuro serán por el agua y todo observador avisado conoce que la resistencia de Israel en Medio Oriente pasa por la protección a sus colonos que riegan con los pequeños aunque suficientes caudales que se dirimen en las modestas alturas del Golán. Esa es el agua señora de la vida, la que nos integra, alienta y alimenta en soberanas proporciones. Es la misma que en sus gigantescas dimensiones cubre tres cuartas partes de la superficie del planeta que habitamos y atrevidamente llamamos Tierra. Es el agua que no vacila en traer muerte y miseria, horror y espanto en su furia incontrolable, buscando endemoniada los cauces que le permitan correr hacia su inasible destino. Es el agua que, según la Biblia, (Génesis 6-8) empleó el Señor para castigar los pecados humanos, aparentemente sin originalidad ya que, conforme la epopeya de Gilgamesh en Babilonia, héroe de los sumerios, la batalla fue contra las descargas aluviales.
Este es el desastre natural que estremece a la Argentina, con el desmadre del río Salado que canceló el futuro de miles de familias, costó vidas, destruyó viviendas, arrasó sembrados, liquidó ganado, con una secuela de espanto que costará años cicatrizar. Un meteoro de magnitud imprevisible producto de la destructiva concitación de lluvias en Salta, Santiago del Estero y la zona de catástrofe, en proporciones nunca vista, instalando el escenario más patético para una estampida mortífera.

Los ríos
En la excelente Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe editada por Amílcar Renna, con la sección geografía a cargo de María Luisa D'Angelo, se describe el comportamiento de los ríos que cursan nuestro territorio. El Salado, dice, crece en el período diciembre-abril, sus aguas suelen formar esteros que se remedian con el corte de los albardones. Pero lo ocurrido en estos días no tiene que ver con la histórica conducta del Salado, es un estallido descomunal, inédito, desgajado de cualquier previsión. Le ha tocado a Reutemann sufrir sus consecuencias porque siendo el rostro visible y naturalmente representativo de la autoridad provincial, el enojo de los sumergidos habilitó por primera vez en casi 5 lustros de actividad política del Lole, la descarga insultante, visceral y catártica de gente cuya congoja todos comprendemos. Y así como es comprensible, resulta injusto porque este es el gobernador que mejor advirtió las acechanzas del agua disparada en masa. Es el que construyó la presa del Ludueña y las notables contenciones al Paraná en la zona capitalina. Es cierto que la ingeniería hidráulica tiene técnicamente resueltos problemas de este tipo, pero eso en la teoría. Hacerlo no luce tan simple. Si lo fuera ¿por qué se inunda la ciudad de Buenos Aires, por qué como vimos hace poco se inundan ciudades de Alemania el país más rico del mundo, o en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña para citar la geografía de la opulencia y el desarrollo? Porque las fuerzas naturales no quedarán nunca bajo control humano aun cuando se encrespe y agudice el debate sobre el respeto a la naturaleza, tan desconsiderada por brillantes cabezas como Carlos Marx, Sartre, Freud o Thomas Mann.
Al arrimar al mundo de la literatura, con la maestría del genio, leer "El inundado" de Ezequiel Martínez Estrada hace trepar la presión sanguínea en el contexto de estas angustias. Afrontamos por añadidura un error conceptual ya que el comportamiento de los ríos de llanura es ordinariamente previsible, pero estos diluvios excepcionales generan lagunas pulsátiles que invaden el entorno. Y aquí aparece un factor que hoy es tardío considerar. Hablo del desarrollo anárquico de las ciudades cuya vertebración ha respondido a intereses inmobiliarios, urbanizando áreas a tiro del agua descontrolada, como ocurrió en Rosario con el caso del Ludueña.

Tétrico recuento
Señora de vida y muerte, el agua ya causó una luctuosa nómina de fallecidos pero acaso, siniestramente, esté ocultando muchos más. Ese tétrico recuento es la avanzada del dolor que nos acongoja. Detrás viene la demorada pregunta; ¿cómo vamos a resolver la desnudez de 15.000 familias, compensar las ruinas de sus viviendas, la desaparición de sus ropas, muebles, enseres, la demolición de sus humildes comercios, la extinción de sus medios para ganar es sustento?. Es verdad que el país está dando un testimonio reconfortante al sacar lo mejor de sí mismo. Su conmovedora y estimulante solidaridad, la fervorosa ayuda, generosidad, asistencia traducida en la variopinta entrega, toda útil, toda beneficiosa, toda insuficiente. A contracara, el repulsivo rostro de los ladrones, depredadores y saqueadores para los cuales, frente a tanto dolor, el perdón es una burla.
¿Cuánto afecta a Reutemann esta catástrofe independientemente de no serle imputable? Incluso me parece que la perplejidad de las primeras 48 horas, ese breve pero tremendo período de vacilación, es comprensible en semejantes circunstancias. No hay mecánica nerviosa que pueda reaccionar al vértigo de las aguas enloquecidas y sus deletéreos alcances, pero vale reconocer, sin buscar culpables, tarea de inferiores en estos momentos, esa estupefacción ineludible se hizo sentir. Con esta salvedad, el análisis político, cuando se aquieten las aguas, discurrirá por un imprescindible replanteo. Gobernar como empleo público no es lo aconsejable, clausurar dos horas de cada tres la actividad, dispersar los ministerios, aislarse en la paz bucólica de tranquera adentro no es recomendable, ni aun para quienes gozan de un crédito de fe pública tan cuantioso como el gobernador.
Este juego de un hombre reconocido que dice saber pero no dice lo que sabe, no lo acerca al sabio. El sincero llanto del ministro de Educación Daniel Germano vencido por la emoción durante un reportaje radial revela la prosapia sensible de nuestra gente, cuanto más, si esa expansión viene remolcada por la noble actitud de los docentes. Hace tiempo, Violette Morin le dijo a los editores de diarios que "ha cambiado la escritura de prensa en el sentido de las angustias, ya no queda margen para cosas que no se pueden decir sino para cosas que no se pueden dejar de decir". Si esto vale para el periodismo cuanto más para los gobernantes. O aquellos que se disfrazan de aspirantes a serlo, como Elisa Carrió, quien preguntada si la sociedad percibió que no estaba lista para gobernar dio esta respuesta descacharrante: "Es obvio que este no es un partido preparado únicamente para gobernar, tampoco se puede inventar lo que no existe.... en término de los aparatos tradicionales Menem y Kirchner sí lo están, es nuestra gran diferencia con Kirchner" (La Nación, 29 de abril, pág. 10). Se presentó como candidata a presidente de la Nación sin capacidad para gobernar y subraya que Menem y Kirchner sí están preparados para hacerlo, usando el resaltador para exhibir su gran diferencia con Kirchner, a quien dos líneas más abajo anuncia que votará con reserva moral. ¿Cómo se vota con reserva moral, inmoralmente? Para la suspicacia política es fácil suponerlo: es una agente encubierta de Duhalde para perjudicarlo a Menem. O es, ridículamente, una cuentapropista política.

Etica
Ahora, como Elisa tiene la ética colgada debajo del crucifijo sería bueno preguntarle en qué capítulo de su libro ético figura la actitud de los jovencitos chotos que perteneciendo al radicalismo y en vista de su caída, se le sumaron. Aclaro que choto (diccionario del maestro del idioma Martín Alonso) es un versátil en política. O cómo entiende la ética esta señora coqueteando con Binner quien luce dispuesto a prenderse de sus faldas luego de haberlo calificado como extorsionador. ¿O leí mal? Menem, calculo que lo contabiliza, sufre su propia medicina. Para modificar la Constitución nacional en 1994 aceptó 4 de cada 5 condiciones que impuso Alfonsín, entre ellas, eliminar el colegio electoral. Quedó prisionero del conurbano que desde la Presidencia financió con 2 millones de dólares diarios. Y no solo él. El conurbano conducirá la política argentina en la próxima década. Mire el mapa coloreado en la noche del 27, el país tiene el color de Menem, pero Duhalde tiene los votos del conurbano. El riojano admirador de Facundo, caudillo federal, sufre hoy por su ansiedad del 94, un ataque unitario de concentración irredimible.
De pronto un periodista de un diario porteño insinúa fraude y un programa de televisión lo detalla, mostrando la venta de documentos de fallecidos. Como si 60 años después, volvieran los fraudulentos de Fresco a la provincia. Pero Menem no cae por el fraude que, si hubo, no definió el comicio, sino por la formidable vocación de poder y autosalvataje de Duhalde. Es hechura de Carlos, producto de su tallado, lo hizo vicepresidente, lo hizo gobernador, le mandó fortunas por el Fondo de Reparación Histórica invento de Cafiero y como todos los políticos de raza y garra, vencida su mujer -su ectoplasma y figura política- reaparece ahuyentando a Rodríguez Saá, asume la presidencia en momentos terribles, lidera el antimenemismo, asocia a los grandes medios de difusión, enmascara la caída con antifaces como el dólar a 2,80 disimulando que fabricó millones de pobres y obreros y empleados que apenas pueden comer, suprime las internas, pone una pantalla llamada Kirchner y anuncia que viajará por el mundo durante 6 meses para dejarlo gobernar tranquilo. Menem, que le dio alas a los que no se levantaban políticamente del suelo (Reutemann, Scioli, Solá, Decibe) sufre el vuelo errático de sus elegidos.
A Menem le pasa como a ese funcionario cubano a quien Fidel Castro le encargó que armara rápidamente un buen equipo de guardavidas para las playas. Al tiempo visitó a Fidel y le dijo: "comandante, es imposible, todos los que nadan bien ya llegaron a Miami".



(Ilustración: Freddy)
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