Año CXXXVI
 Nº 49.831
Rosario,
domingo  04 de
mayo de 2003
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Noroeste
Montañas pintadas de arco iris
Los Valles Calchaquíes proponen naturaleza, costumbres e historia. Están por Salta y Tucumán

Naturaleza, costumbres e historia se conjugan en los 530 kilómetros que abarca la vuelta por los Valles Calchaquíes en la provincia de Salta. Por la ruta 68, los poblados de Cerrillos, La Merced y El Carril abren paso al sinuoso camino de la imponente Cuesta del Obispo, donde el mayor placer se encuentra al contemplar los paisajes y conocer el estilo de vida de los amables aborígenes que aprendieron a convivir con la naturaleza. Hacia un costado esconde su silueta el valle Encantado y más adelante se encuentra el parque nacional donde se erizan los cardones. De esta manera se encadenan accidentes geográficos, montañas multicolores y localidades donde las agujas del reloj parecen detenidas. La vuelta por los valles también se puede hacer partiendo desde la ciudad de San Miguel de Tucumán (ver aparte).
El recorrido por los valles es una invitación a sobrecogerse ante cada sitio al que se dirige la mirada. Una de las sensaciones más cautivantes del circuito es caminar por los empedrados de la localidad de Cachi, entre casas bajas y de adobe (mezcla de barro y paja), donde el silencio también se escucha y emociona.
Recorrer esos caminos es remontarse también al tiempo de la colonia como ocurre al pasear por Molinos, visitar la iglesia, apreciar las viejas casonas de inmigrantes españoles o conocer el criadero de vicuñas donde esquilan la lana con técnicas ancestrales.
Otro sitio que vale la pena visitar es la quebrada de la Flecha, entre San Carlos y Angastaco. La región invita a caminar por los viñedos o las dunas de Cafayate y alegrar el espíritu con el inigualable vino torrontés, mientras se comparte una velada a pura serenata.
También es recomendable jugar con las caprichosas formas y colores de la quebrada de las Conchas, pasear por el pueblo fantasma de Alemanía, contemplar un atardecer navegando en el dique Cabra Corral y detenerse en el apacible pueblo de Coronel Moldes.

Valle Encantado
A un costado del viboreante camino de la Cuesta del Obispo sorprende el valle Encantado. Aquí hay una laguna engarzada entre prados de altura y formaciones rocosas coloradas, donde las nubes acunan el suelo muy cerca de Piedra del Molino, uno de los sitio más altos de la ruta hacia Cachi.
El encanto del valle se vislumbra desde el pie de la Cuesta del Obispo, cuando se observa al Torreón de la Cuesta (3.280 metros), una especie de guardián del lugar. Cuando se hace cumbre en esta montaña se tiene una vista panorámica del valle realmente asombrosa.
Por el recorrido interior del valle Encantado se pueden ver a los cóndores cuando toman agua en bebederos naturales (enormes piedras que tienen hendiduras donde se almacena el agua de las lluvias). Si el viajero se ubica a un costado de las piedras puede maravillarse con el majestuoso vuelo del rey de los Andes, a escasos metros de altura.

Bálsamo para el espíritu
Envuelto por serranías de todos los colores y bendecido por el río Calchaquí, Cachi es un bálsamo para el espíritu. Situado a 157 kilómetros de Salta capital y a 165 de Cafayate, los dos lugares más visitados de los valles Calchaquíes. En sus entrañas conserva la identidad de un pueblo apacible donde todos se conocen y protege más de cien sitios arqueológicos.
A 2.280 metros sobre el nivel del mar recibe a los visitantes con una esencia particular que lo distingue como un pueblo calchaquí detenido en el tiempo. Con su cumbre siempre blanca, el nevado de Cachi o "Blanco peñón de la soledad" (cuenta con nueve cumbres y la más alta alcanza los 6.720 metros) es uno de los tesoros que le otorga un marco especial al poblado que congrega a unos seis mil habitantes en todo el departamento.
El origen del pueblo se remonta a 1673. La plaza cercada por una pirca de piedra emula a los centros de reuniones de los ancestrales habitantes de la zona (indios chicoanas). A un costado se encuentra la iglesia de Cachi, declarada monumento histórico nacional. Con estilo neogótico mantiene también una particularidad de los valles: su techo, el altar, el confesionario y los marcos de los cuadros son de cardón, madera típica de la zona.
En la otra esquina está el museo arqueológico Pío Pablo Díaz donde se conservan una 5.000 piezas que relatan más de diez mil años de historia, desde el 800 antes de Cristo hasta el 1600. Cachi significa "sal" en lengua kakana (la más antigua). Es que los aborígenes habían confundido la plateada cumbre del nevado de Cachi con una salina.

Molinos y los tejados de tierra
Molinos es una población serrana de los valles Calchaquíes fundada a mediados del siglo XVII. Su trazado es irregular con casas de adobe y tejados de tierra, con galerías y pórticos.
Se encuentra a 210 kilómetros de la ciudad de Salta y a 116 de Cafayate. No se puede dejar de visitar su iglesia parroquial, construida en 1639, donde reposan los restos momificados del último gobernador español Nicolás Severo de Isasmendi. Frente a la iglesia se encuentra la casa hacienda de Isasmendi, convertida hoy en el Hostal de Molinos.
(sigue en página 7)



Pimientos se secan al sol en las sierras multicolores.
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