Quienes vayan a disfrutar de las soleadas playas de Pinamar, tienen ahora la oportunidad de acercarse a la vida campestre: basta desviarse sólo unos pocos kilómetros hacia Madariaga y traspasar las tranqueras de la estancia El Carmen.
"Estos campos se llamaban Las dos islas o El tala, debido a los enormes montes de ese árbol que habían en toda la zona, región del indio, dueño absoluto de estos parajes", contó Juan Ibarguren, quien junto a su mujer, Cecilia, y sus tres hijos adolescentes, son los encargados de recibir y atender a los visitantes.
En El Carmen, ubicado sobre la ruta 74, que une a Madariaga y Las Armas, a la altura del kilómetro 53, se puede disfrutar de un día de campo, navegar por un lago natural y entre otras ofertas culinarias, comer excelentes asados o locros y tomar mate o té, con dulces y tortas caseras, elaboradas por la dueña de casa.
Según el anfitrión, "la primera mensura del campo -que en un principio, allá por el 1820, ocupaba unas 60 mil hectáreas- fue realizada por un tal López que luego le vendió el predio a la familia Anchorena y de ahí pasó a la nuestra; eran tiempos en que muy pocos se internaban más allá del Salado".
Aquí todo es muy auténtico; por lo general la gente llega por la mañana y enseguida tienen acceso a andar a caballo guiados por uno de los jóvenes, en una típica cabalgata por el campo, lo que incluye visitar un bañadero de ovejas muy antiguo. Mientras que a la tarde la propuesta es navegar en bote por una laguna cercana y probar suerte con la pesca.
Al caer la noche, aquellos con deseos de disfrutar del silencio -a veces interrumpido por guitarras y baile- tienen la oportunidad de alojarse en alguna de las tres habitaciones, con seis camas cada una, tras haber saboreado otra ronda de exquisitas comidas camperas.
Inmensidad de las pampas
Ibarguren no deja de sorprenderse ante las distintas reacciones que genera en los turistas la inmensidad de las pampas, "sobre todo en los extranjeros, que se fascinan con todo este silencio", aseguró entre risas.
Los visitantes también tienen la posibilidad de observar en directo algunas tareas de campo: ordeñe de vacas, elaboración de miel, manteca y dulces caseros, o entretenerse en los quehaceres de una pequeña granja con pavos, gallinas, chivos y ovejas.
"Cuando se van y nos quedamos con mi familia en el casco, gozamos mucho acordándonos de todos los detalles, pero quedamos como angustiados, con ganas de seguir sirviéndolos, es una experiencia de mucha libertad", confesó Ibarguren.