Año CXXXVI
 Nº 49.831
Rosario,
domingo  04 de
mayo de 2003
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La vida de Francisco Urondo, recreada en una investigación
Biografía de un escritor que unió poesía y compromiso político
Pablo Montanaro recupera la historia de uno de los intelectuales más destacados de los años 70

Osvaldo Aguirre / La Capital

Francisco Urondo es uno de los emblemas de la generación desaparecida en la Argentina durante los años 70. Nacido en Santa Fe en 1930, desarrolló una trayectoria descollante como periodista y poeta, para dedicarse a partir de mediados de los años 60 a la militancia política. La proyección de su figura adquirió contornos dramáticos con su muerte, ocurrida en junio de 1976, cuando prefirió suicidarse antes que caer en manos de un grupo de tareas. El poeta y periodista Pablo Montanaro reconstruye ahora esa vida intensa en una biografía que acaba de publicar Homo Sapiens.
"Francisco Urondo, la palabra en acción" es el resultado de una investigación en que Montanaro entrevistó a familiares, amigos y compañeros de militancia del escritor. "La idea de escribir sobre Urondo -dice el autor- surgió desde el momento mismo en que leí una antología de su poesía publicada en Cuba por Casa de las Américas. Eso habrá sido a mediados de los años 80. Me gustó esa marca vivencial que cruza su poesía".
-¿Qué respuesta encontró de los amigos y familiares de Urondo ante la idea de hacer una biografía?
-Tenía pocos datos de su corta pero intensa vida. En 1998 conocí a su hijo, Javier. No me resultó difícil reconocerlo, por los rasgos similares a los de su padre. Recuerdo que cruzamos unas pocas palabras, las suficientes para comentarle mi interés en escribir una biografía de Paco. Unos días después conversábamos largamente sobre la vida de su padre. Las personas que entrevisté -fueron más de cuarenta a lo largo de cinco años de trabajo- se mostraron muy predispuestas para hablar de Paco; consideraban que era necesario hacerlo después de tantos años de silencio. Lógicamente expresaron sus críticas o adhesiones en relación al compromiso político asumido por el poeta.
-En el prólogo se plantea que Urondo es hoy un personaje "desterrado". ¿En qué sentido funciona ese desconocimiento?
-Justamente por la escasa difusión que ha tenido su obra literaria, que obviamente tiene desniveles, como también sus ideas acerca de la cultura y la acción política. Reflexiones que traté de volcar en el libro. Y no me refiero únicamente a sus opiniones respecto a la militancia porque ya desde su participación en la actividad cultural en su provincia natal, Santa Fe, Urondo desarrolla un pensamiento profundo sobre estas cuestiones. A los veintiocho años es elegido Director General de Cultura de su provincia, realizando una exitosa y muy recordada gestión.
-¿Se puede decir que Urondo hizo algún planteo particular en cuanto a la relación de poesía y política?
-Para Urondo no había diferencias entre la poesía y la política, ya que poética en griego quiere decir acción. "Los compromisos con las palabras llevan o son las mismas cosas que los compromisos con las gentes, depende de la sinceridad con que se encaren tanto una actividad como la otra", afirmaba. Siendo integrante del grupo Poesía Buenos Aires, a mediados de la década del 50, ya insinuaba cierta inclinación por una literatura comprometida con lo social y con lo político. En su ensayo "Veinte años de poesía argentina" (1968) critica a los integrantes de aquel grupo por haberse distanciado del público que en el conjunto social significaban algo. Cuando se desvincula de Poesía Buenos Aires empieza a interesarse por lo testimonial o aquello que tuviera en cuenta ese aspecto. Con Noé Jitrik, César Fernández Moreno y Alberto Vanasco funda la revista Zona de la Poesía Americana. Allí Urondo publica poemas de Javier Heraud, un joven poeta peruano y guerrillero del Ejército de Liberación Nacional del Perú que es asesinado por la policía. Después vendrán sus lecturas de teoría y filosofía marxista, su militancia en el Malena, que se origina a partir de la desazón desarrollista y que luego dará lugar a planteos con mayor perspectiva revolucionaria-militante, sus primeros viajes a Cuba, donde encuentra el espacio de participación colectiva.
-En el libro cita declaraciones donde Urondo habla sobre su propio muerte, sobre cómo quisiera morir. La muerte de Urondo es además un episodio particularmente dramático. ¿Era consciente de la muerte que le esperaba? A la vez hay testimonios que lo describen como un tipo muy vital y alegre. ¿Cómo se explica esa dualidad?
-Los que lo conocieron coinciden en que era un tipo lleno de alegría y energía, siempre dispuesto a la conversación y pleno de humor. Un ser generoso que amaba la vida. "Sin jactancias puedo decir/ que la vida es lo mejor que conozco", escribió. Pero del otro lado estaba la muerte, siempre acechante, y que Urondo comenzó a entender como una cuestión colectiva. La idea de sacrificio -me comentaba León Rozitchner- estaba muy presente en su pensamiento. Me imagino que en los años más duros de su militancia convivía con la muerte, pero finalmente eligió no sufrir la llegada de la muerte. En los tiempos de lucha solía repetir: "Nos vamos a morir de todas maneras. Nos juguemos o no nos juguemos: el problema en todo caso no consiste en morirse joven, sino en haber vivido al pedo".
-¿Qué aporta esta biografía como material desconocido sobre Urondo? ¿No te parece que la biografía privilegia la figura de Urondo como militante a la del poeta?
-Esta biografía cuenta la historia de uno de los protagonistas de esa época tan controvertida pero al mismo tiempo plena en utopías y compromisos que fueron los años 60 y 70. Este libro aporta la posibilidad de transitar los pasos, convicciones y contradicciones propias de un militante de las palabras y las acciones.



Urondo, Bracelli, Guelman (de pie) y Tata Cedrón.
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