Año CXXXVI
 Nº 49.831
Rosario,
domingo  04 de
mayo de 2003
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El cazador oculto: La TV con el agua al cuello

Ricardo Luque / La Capital

Una imagen vale más que mil palabras. La sentencia, una verdad revelada de la televisión, quedó patentizada durante la cobertura de las inundaciones de Santa Fe. La catástrofe que hundió bajo las aguas a la capital provincial sacó a flote la insaciable voracidad de los canales que, por un punto de rating, no dudan en explotar el sufrimiento de las víctimas de la tragedia, o lo que es aún peor, hasta se atreven a montar un show con la vocación solidaria de la gente. Y lo hacen, sencillamente, porque la pantalla tiene el don natural de sensibilizar a sus espectadores. Desde la ficción o la realidad que, a través de sus mecanismos de producción, también es una construcción. Una puesta en escena tan sofisticada como un musical de Broadway o una película de Steven Spielberg. Pero así como crea el artificio, también lo hace añicos, y esa, claro está, es su mayor virtud. ¿No es así? Quién puede dudar de las buenas intenciones de un medio que es capaz de construir la realidad y, en un mismo gesto, deconstruirla. Y todo sin temer siquiera que, al revelar el artificio de la construcción, sea condenada por su manipulación. Para que se entienda: para subrayar la importancia que le daban a la desgracia santafesina los canales porteños decidieron bajar a sus principales figuras al terreno. América mandó a Mónica Gutiérrez; Canal 9, a Antonio Laje, y Canal 13, a Santo Biasatti. Así fue cómo, con las botas hundidas en el agua, los habituales presentadores de piso le pusieron el pecho al dolor de los que "en minutos perdieron el trabajo de una vida". Pero, en el pelotón de enviados especiales, llegó Juan Castro, de "Kaos", quien exhibió el backstage del trabajo de sus colegas y reveló que las autoridades, fuerzas de seguridad y los voluntarios aparecieron sólo mientras las cámaras estuvieron encendidas. Que la ayuda reunida en los estudios de Buenos Aires llegó en cuentagotas y fue mal distribuida. Y así fue como, acaso sin quererlo, al contar la verdad no hizo más que legitimar las mentiras de la televisión. ¿Quién puede dudar de la sinceridad de un mentiroso que admite avergonzado que miente?


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