Año CXXXV
 Nº 49.811
Rosario,
domingo  13 de
abril de 2003
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Más de dos mil canallas gozaron con la victoria

Rodolfo Montes / La Capital

Vea, vea, vea que cosa más bonita, las dos hinchadas juntas de Central y Chacarita" dice la placa de casi un metro cuadrado que decora el vestuario local, que incluye dos grandes escudos de ambos clubes, de igual tamaño, uno junto a otro. Ya en las tribunas, las hinchadas -con su cánticos- rindieron tributo a una de las amistades más famosas del fútbol argentino.
Fue una noche con olor a pasto y tablón. Canallas y funebreros tuvieron un encuentro de confraternidad y amistad en San Martín. Para los visitantes fue además una noche de tres goles bien gritados que recordaron aquella tarde de clásico, que para la pasión canalla había empezado a quedar peligrosamente distante en el tiempo.
La saga de caravanas auriazules, que se inició con la movilización a La Plata -para ver la goleada 4 a 0 ante Gimnasia-, luego se incrementó en la excursión a Racing -2 a 2- y explotó con 14 mil personas en Liniers para sufrir la primera derrota del campeonato, tuvo ayer una versión mucho más modesta que las anteriores, compuesta por unos dos mil canallas. Aunque nunca faltó fervor, ni el clásico colorido futbolero.
Fueron los más fieles seguidores, los que, incondicionales, ayer se reencontraron con la victoria en vivo y en directo.
En un partido muy especial, los hinchas de ambos equipos parecieron sentarse a la misma mesa, servida gracias a esta rara amistad entre Central y Chacarita, los dueños de una vieja comunión futbolera. Para los canallas fue un disfrute moderado, sin humillar al contrincante, sin provocaciones. Los goles en el partido llegaron tan pronto que el desenlace del juego fue fulminante. De ahí en más, alegría para los canallas y resignación para los funebreros.
"Aunque ganes o pierdas, sigo siendo de Chaca y al canalla lo quiero", gritaban desde el lado local. Para que les contestaran con un aplauso cerrado.
En el final, tanta amistad terminó por confundir demasiado el ambiente. Hinchas de los dos equipos circulaban por todos los sectores del estadio, mezcladas las familias, los chicos, los barra bravas, dirigentes, periodistas y hasta jugadores de las dos camisetas. Se habían borrado todos los límites en la tradicional circulación alrededor de la cancha. Así fue como se escuchó a miembros de la delegación centralista quejarse a viva voz: les robaron uno de los bolsos que estaban sobre uno de los micros de la delegación. Sin dudas, fue la oportunidad para algunos amigos de lo ajeno, que habrían aprovechado la situación de amistad para llevarse lo que no les correspondía.


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