Año CXXXVI
 Nº 49.787
Rosario,
jueves  20 de
marzo de 2003
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Los hinchas de Central y Newell's madrugaron para adquirir su entrada al clásico del sábado
El clásico: Los primeros de la fila
El canalla Luis Simi se atrincheró a las 5 de la mañana en el Cruce Alberdi y el leproso Iván Maciel estuvo desde las 7 en el Parque

Mariano Bereznicki / La Capital

Parecen estar ajenos a la realidad que envuelve con cierta dosis de incertidumbre al mundo por estas horas. A ese inmenso puñado de fieles no le preocupa si Estados Unidos ataca a Irak o si el índice de desocupación y desnutrición que azota a la Argentina crece casi al compás mismo de los minutos. Por sus mentes sólo existen dos cosas, que son tan sagradas como para un cristiano ir a misa los domingos: la vieja y Central o Newell's. Por lo visto, todo lo demás no cuenta. Y menos en vísperas de un clásico tan popular entre canallas y leprosos, que disputarán pasado mañana a partir de las 16.30 en el Gigante. Y ayer, bien temprano para unos (los auriazules) y algo más tarde para otros (los rojinegros), comenzó la venta de entradas para el gran derby rosarino. Y cientos de simpatizantes, ya sea en el Cruce Alberdi como en el parque Independencia, se congregaron desde el amanecer para poder conseguir un boleto para que sus corazones y almas estén más cerca de los jugadores el sábado. Y una muestra de la fidelidad son los casos de Luis Simi (fana de los de Arroyito) y de Iván Maciel (leproso de ley), quienes dejaron de lado las obligaciones diarias y encabezaron la fila para obtener el ticket. Dos historias distintas pero unidas por una misma pasión.
Si hay algo que cuesta hoy en día es poder tener un mango encima o conseguirlo. Pero a eso hay que agregarle la locura pasional que llevó a muchos hinchas, entre los que se destacaron Luis Simi e Iván Maciel, quienes como canalla y leproso de pura cepa que son prácticamente vieron salir el sol, mientras esperaban la hora señalada para que abrieran las boleterías.
Miércoles 19 de marzo. El reloj indica las 8.20 y una multitud ya había copado las veredas de Catamarca y Cafferata. Y encima, daba la sensación de que en cualquier momento invadían Salta. Era parte del gran pueblo canalla que estaba de pie.
La sede del Cruce Alberdi está cerrada. Todavía faltan varios minutos y los hinchas claman que comiencen a largar la venta. Y uno de los más desesperados es Luis Simi, de 47 años y yesero de profesión, que dejó plantado a su compañero en la obra que están terminando. "Vine a las cinco de la matina en la bici. Ir a ver a Central es como una alegría celestial", comenzó relatando.
Cuando aparece la palabra Central, sus ojos comienzan a hincharse y se humedecen con facilidad. "Sabés lo que me costó juntar la guita para la entrada. Pero no importa nada. El sábado quiero estar en la cancha cuatro horas antes y voy a alentar toda la tarde", prosiguió ante un silencio respetuoso y miradas comprensibles.
"Si es por mí, quisiera morir gritando un gol de Central. Para mí, ser hincha se Central es lo más importante de todo", sentenció sin tapujos y con voz desafiante.
Son las 9.05 y la larga cola sigue creciendo. Todo es azul y amarillo. Aparecen los primeros cánticos como señal de que la modorra comienza a fugarse. Las bicicletas están desparramadas por todas las veredas y la adrenalina comienza a subir cuando se abren los portones.
Es la hora indicada. Un agente del orden pega el último vistazo hacia donde están ubicadas la mesas y espera la señal para bajar la bandera de largada. Está todo listo. Comienza la venta y todos aceleran cuando toman la recta que los deposita hacia donde están las entradas.
Y ahí va Luis, enfundado con su gorrito gastado por la sal del tiempo y con los borseguíes listo para, después de haber conseguido el boleto, seguir con su curso laboral normal. "Ya está, ahora me que quedo tranquilo", dijo el principal protagonista de esta historia de auriazules, mientras muestra su entrada con una mano, y desencadena su vieja bicicleta con la otra.
Una vez arriba de su móvil, bajó a la calle y comenzó a pedalear. Y después de varios segundos se perdió entre la interminable hilera de autos que congestionaron la zona, que ayer estuvo copada por corazones canallas.
Y así, como la historia de Luis, hubo muchas otras que se perdieron en el anonimato pero que seguramente el sábado estarán en el Gigante haciendo fuerza por su Central del alma.

Una vuelta por el Parque
Después de haber estado en tierras auriazules por un largo rato, el itinerario indicada que había que pegarse una vuelta por el Parque. Ahí estaban los otros, los leprosos, quienes también habían desafiado la rutina cotidiana y esperaban con igual intensidad que se hiciera la hora para poder comprar la entrada.
La cita era a las 11. Recién ahí las boleterías iban estar habilitadas. Pero desde muy temprano, a decir verdad desde las 7, Iván Maciel fue el abanderado de Newell's.
"Le pegué derecho y acá estoy, esperando para comprar una entrada", afirmó el pibe que vive cerca del puente Saladillo, en la zona sur. Vestido con la camiseta rojinegra, Iván dialoga con otros rojinegros, quienes también se muestran impacientes y nerviosos. Y era lógico, hasta que no tengan el ticket entre sus manos, las uñas serán el principal rival a vencer.
Si bien la gente va llegando de a poco, lo cierto es que la cola comienza a hacerse interminable. Los cantos anti-canallas son el blanco preferido de ese manto de hinchas que están desplegados por todo el lateral que contornea al estadio frente al Palomar.
A veces viajo con mi cuñado a ver a Newell's. Pero de local no me pierdo un partido. Voy a la cancha desde hace mucho tiempo. La lepra es lo máximo que hay", manifestó Iván, mientras los que lo rodeaban se sumaron a la última moción.
Varias camisetas y distintivos pintaban de cuerpo y alma el largo esperar rojinegro. Los minutos pasaban y las caras parecían estar más despiertas. Era cerca del mediodía el ritmo de venta era muy acelerado pero a su vez, muy organizado. Todo estaba bajo control. Costaba creer semejante organización.
Pero más allá de eso, los hinchas seguían siendo el tema principal. Eran la noticia del día. "Ya está, ahora sólo tengo que esperar que sea sábado para ir a la cancha", dijo Iván, antes de emprender viaje hasta su casa de zona sur. "Me voy a dormir un rato, ya que a la noche tengo que ir a la escuela", retrucó el pibe antes de ir hasta la parada del colectivo.
Era otra historia. Como la del canalla mismo y como muchas otras que fueron testigos directos de esta odisea de un adolecente que prefirió no acostarse la noche anterior, porque antes de hacerlo deseaba tener la entrada, y la tranquilidad que implica eso, entre sus manos.
Se viene una nueva versión del clásico rosarino. Y los hinchas, esos mismos que juntan hasta las moneditas de diez centavos o se privan de muchas cosas, volvieron a demostrar que cuando se avecina un acontecimiento importante, ellos siempre están. Como Luis e Iván, apasionados por Central y Newell's, respectivamente.



Canallas y leprosos coparon temprano las boleterías.
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