Veira: "Faltó tranquilidad para empatar"

Dijo que el primer tiempo fue chato, el segundo de alto vuelo y que no pudieron con Gutiérrez

(Córdoba. Enviado especial).- El partido hacía más de media hora que había concluido. Héctor Veira caminaba en el pasillo del vestuario de un lado para otro. Pensaba, se acomodaba el saco y gesticulaba. La sensación que otorgaba era que el desánimo por el resultado no lo podía superar. Y, tal vez, pensaba que estos puntos perdidos ante un rival ganable a la larga se van a lamentar en demasía. Hasta que recompuso como pudo su imagen para hacer frente a todos los grabadores que aguardaban grabar sus palabras.
"No sé cómo lo vieron ustedes, pero el primer tiempo fue tibio, sin vibraciones, y el segundo explosivo, de ida y vuelta, hubo situaciones de gol en los dos arcos. Gutiérrez tuvo una tarde muy buena y sacó varias pelotas de gol", manifestó el Bambino con esa locuacidad e inventiva que lo caracteriza.
Veira prosiguió con un pormenorizado análisis de lo sucedido y esto es lo más importante que dijo:
Falta de tranquilidad. "El equipo dejó todo en el complemento. Tuvimos varias situaciones de gol que no pudimos definir. También de contra ellos pudieron aumentar. Nos faltó ese toque de tranquilidad para empatar. Sobre el final tuvimos una clara con Sacripanti, a quien le dije que si llegaba a esa pelota era gol".
Gutiérrez, el culpable. "Newell's llegó por todos los costados en el segundo tiempo, pero desgraciadamente para nosotros el chico Gutiérrez tuvo dos o tres tapadas formidables. La verdad es que el cabezazo de Domizi lo vi adentro. El fútbol es así y ahora hay que pensar en el martes, en recuperarnos y pensar en Independiente".
La cancha. "No hay que echarle la culpa porque estaba mal para los dos. Sin dudas que complicó a la hora de jugar con precisión".
De eso no se habló. "No, no hablé con Passet (por la jugada del gol). En caliente no me gusta hablar, después sí se analizará el partido. Pero yo lo vi así, con un primer tiempo chato y el segundo tiempo de alto voltaje".
El Bambino termina con la rutina del día y su cara vuelve a ser la de antes, con rastros de amargura y desazón. Pone una mano en el bolsillo y se lanza hacia la búsqueda del ómnibus que lo aguarda. Y cuando pasa al lado del cronista de Ovacion, dispara las últimas palabras: "Qué bárbaro, qué bárbaro".