Año CXXXVI
 Nº 49.762
Rosario,
domingo  23 de
febrero de 2003
Min 22º
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Tigre: Safari en el delta
Excursión en gomón por los ríos y arroyos

Cuando la Antu parte de la estación fluvial de Tigre el fascinante mundo de los ríos y arroyos del delta bonaerense comienza a insinuarse. El gomón semirígido avanza lentamente por el río Tigre, flanqueado por los clubes de remo, algunos tan históricos como centenarios.
El gomón Antu, sol en mapuche, tiene el espacio interior muy bien usado para llevar salvavidas para seis pasajeros y el guía, y otros elementos de seguridad indispensables para realizar el safari Delta, la nueva y personalizada propuesta turística de la mayorista Nature Style.
Mientras Fernando Ríos, el alma mater de este paseo, dirige el gomón hacia el arroyo Gambado, los ruidos urbanos se alejan y aparecen los otros, el canto de los pájaros, el murmullo del agua, la brisa entre la fronda, la vida misma de las islas.
Fernando aminora la marcha cuando el gomón se acerca a los botes deportivos, y lo mismo hacen las lanchas del servicio de pasajeros que salen y llegan de la estación fluvial. Ese es el medio de transporte más común, con el que los chicos van a la escuela y con el que se llega al continente. Para ver de cerca este mundo especial, a poco de cruzar el Sarmiento y el canal Rompani, al que muchos recordarán como el Canal A, el gomón se adentra en el Abra Vieja y atraca en el muelle, donde comienza la primera caminata.
Vadeando el arroyo Santa Rosa el silencio se hace más profundo por la ausencia de lanchas; por allí hay puentecitos de madera, uniendo las orillas, que parecen de juguete.
Al final de la caminata el gomón aguarda a los expedicionarios en el río Sarmiento, donde la actividad del mediodía ya es intensa, con la lancha almacén, la Picaflor, que va de muelle en muelle como una verdadera proveeduría ambulante.
También está por allí el catamarán flotante que oficia de hospital, y es frecuente el patrullaje de las pequeñas lanchas ambulancias, con profesionales que están atentos a prestar rápida ayuda. Y en el camino se cruzan viejas barcazas, que seguramente protagonizaron en el pasado heróicas jornadas de trabajo, y que ahora se dedican a llevar plantas y flores al puerto de Tigre.
Es extraño pensar que tan cerca de la gran ciudad haya un sitio donde recobrar la armonía física y mental que la vida en el cemento nos va quitando. El aire trae aroma de madreselvas, azahares y jazmines, y en los jardines costeros crecen las magnolias de pétalos color de luna y los mburucuyás, y más allá las hortensias, flores que una leyenda dice que alejan el amor.
Y después toda la magnificencia del río Capitán y el exclusivo Gato Blanco, el restaurante 5 tenedores del delta, y la esquina donde estuvo la famosa rama quemada, que le dio nombre al arroyo Rama Negra, un barrio de gente muy especial.
Más adelante, en el arroyo del Toro, la comarca se torna más agreste, con orillas plenas de vegetación, y el arroyo Antequera presagia la cercanía del Paraná, el río de desembocadura alucinante. "Les pido que cierren los ojos, antes de la curva que los enfrenta con ese disfrute sensorial único", dice el guía.
La embarcación ronronea cuando atraca sobre el Antequera en Bosque de Bohemia, una hostería que es también restaurante y casa de te. Allí está Norberto, un hombre amable, de pocas palabras, que cuenta que en 1930 se levantó en ese lugar un recreo de madera, el sueño delirante y concretado de un checo y un alemán.
Allí comienza la segunda caminata, por un sendero angosto, junto a una ciénaga rumorosa donde los grillos cantan y el aire tiembla con el zumbido de las avispas.
Y después la última navegación hacia el gran río, el río de la Plata, el único que desemboca en un estuario de agua dulce. Es el momento de apagar el motor y dejar que el gomón se bambolee suavemente.


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