| | El cazador oculto: La seducción del planeta mediático
| Ricardo Luque / Escenario
El planeta mediático es una fuente inagotable de preguntas sin respuesta. Basta pasar unos días con la oreja pegada a la radio o la vista clavada en la pantalla del televisor para que, si se tiene la suerte de quedar con alguna neurona viva, el corazón se llene de dudas. Un ejemplo pleno de actualidad sirve para poner en blanco sobre negro la situación. La última semana las carteleras rosarinas amanecieron pobladas de afiches promocionales de un par de programas de radio y hete ahí la curiosa cuestión del caso: ambos ciclos son conducidos por contadores. Sí, aunque cueste creerlo, los animadores de las mañanas más "chics" de la FM rosarina no son periodistas ni locutores ni comunicadores nada que se le parezca. Y la cosa no termina ahí. Nada de eso. Ellos no son los únicos profesionales que, olvidándose repentinamente de su incumbencia laboral específica, se convirtieron de la noche a la mañana en "comunicadores sociales". Sucedió este verano también en LT3, donde durante la ausencia de uno de sus periodistas estrella de la emisora, a cargo de la conducción de su programa matutino quedó a cargo un contador. Gracias a los avatares impredecibles de la economía, los argentinos hace tiempo ya que se acostumbraron a recibir consejos, entre otros muchos gurúes mediáticos, de asesores económicos. Ahora, de ahí a enfrentarse a la cruda realidad de que sean profesionales preparados para gestionar asuntos de dinero los formadores de opinión más cotizados por los medios, hay un largo trecho. Pero el ovillo tiene dos puntas y la pregunta inevitable es por qué un contador es seducido por el micrófono. ¿Será porque, hombres al fin, los contadores también sueñan con sus cinco minutos de fama? Quizás suene prejuicioso, pero cuesta imaginarse a un contador con corazón. ¿Cuál es la razón entonces de su desembarco en los medios? ¿Que los medios son un buen negocio? Es posible, los medios son un buen negocio y quién mejor que un contador para sacarles provecho. Nadie, claro.
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