Fernando Toloza / La Capital
Rodar un largometraje en Rosario dejó de ser hace años un hecho insólito para convertirse en algo más o menos cotidiano en la ciudad, aunque el tramo que va desde la concepción y realización del filme hasta su estreno comercial siga siendo una odisea para la mayoría de los cineastas. "Ilusión de movimiento", de Héctor Molina, filmada en 1998, y lista para estrenarse pasado mañana en Buenos Aires y Rosario en simultáneo, pasó la prueba y su realizador cuenta paso por paso cómo hizo para superar los obstáculos. "Cualquier hecho expresivo empieza con un deseo", dice Héctor Molina para definir la sensación que se adueña de un creador y lo impulsa a querer hacer. Sin embargo, admite, "no es lo mismo escribir el guión que hacer la película". En el guión se plasma la idea. "Que no sé de dónde surge", comenta Molina, y añade: "A lo mejor lo podés llamar inspiración, y eso llamado inspiración se nutre de la gente, de la observación, de la literatura, del mismo cine". En la lista de movilizadores para la inspiración, Molina deja para el último lugar la autobiografía. "Hitchcock decía que el cine es como la vida pero sacándole las partes aburridas. Sin embargo, yo no creo en empezar una historia para contar mi vida", sostiene. Al tema del deseo más o menos aclarado le sigue una cuestión que hace poner los pies sobre la tierra a todo cineasta: el dinero. Para Molina, Rosario cuenta con la gran ventaja de un grupo de gente que ama al cine y trabaja con calidad profesional. "Diría que el aporte de esta gente es el 50 por ciento de la película", define. Buena parte de los recursos económicos de un largometraje se pueden conseguir a través del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). La Secretaría de Cultura municipal es otra fuente de recursos para un cineasta local, al igual que la Subsecretaría de Cultura de la Provincia. Molina recibió apoyo de ambas dependencias, que colaboraron en el costo de copias y difusión, siempre a través de convenios. También el sector privado puede aportar algo a los números, pero esa siempre es la parte más difícil, dice el director. Después de las cuestión del dinero, queda convencer a los actores. "Con la gente que vengo trabajando el contacto es permanente, y muchas veces los proyectos surgen de ellos". En el caso de la convocatoria a Darío Grandinetti, la situación era más compleja. "Lo único que tenés para convencer es el libro", se sincera Molina, y añade: "Creo que Darío tenía mucha curiosidad por ver cómo trabajábamos. Vino y se hizo un amigo". "¿Cómo hacer para estrenar? Esa es la pregunta del millón. No sé. Cada estreno es único e irrepetible. Siento que dentro de mi formación, ésta es la parte para la que estoy menos preparado. Y creo que tengo que formarme" dice mientras espera la hora del debut y del volver a soñar con otra historia.
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