"No les tengo miedo. La próxima vez no me van a agarrar desprevenido. No saben que se toparon con un paleta seca, un tipo ordinario y duro que los va a enfrentar a golpes". Cuchillo de monte ajustado a la cintura y garrote de madera escondido al lado de la caja registradora de su humilde almacén, Santiago Monzón parece no tener empacho en reconocer que se quedó con la sangre en el ojo. Un delincuente armado con un revólver irrumpió en el negocio y de buenas a primeras le partió la cabeza de un culatazo. El comerciante no se achicó y, bañado en sangre, le respondió con un cachiporrazo que impactó en un brazo del ladrón, quien sorprendido por semejante reacción disparó al piso un balazo y salió corriendo, como espantado. Empuñando la rústica arma casera, Monzón lo corrió hasta la esquina, pero el maleante alcanzó a subirse a una motito en la que lo esperaba un cómplice. Después de tanta violencia el robo no se concretó. Ayer a la mañana, el almacenero exhibía la herida en la cabeza y también el plomo mocho que impactó en el piso del negocio. Nacido hace 65 años en Mburucuyá, provincia de Corrientes, Monzón arrastra una tonada cerrada que lo pinta como un personaje de un cuento. "Ese desgraciado me tomó por sorpresa. La próxima vez, uno de los dos termina en la morgue", prometió ante La Capital al comenzar el relato. Todo sucedió alrededor de las 21 del miércoles en Constitución al 3100. A pocos metros de la esquina con Garay está la granja que Santiago y su mujer Felisa manejan desde hace más de dos años. "Nunca ando desarmado porque los estoy esperando", dijo el hombre, tocándose el puñal escondido entre el cinturón y la camisa. La sensación de inseguridad en el barrio es tan fuerte que el dueño del negocio puso rejas en puertas y ventanas para conjurar los saqueos nocturnos. Por suerte o por desgracia, antenoche Monzón no llevaba ningún cuchillo cuando un muchacho entró al negocio y pidió que le vendieran una Coca Cola descartable. En ese momento, Monzón estaba agachado al lado del mostrador y Felisa fue hasta la conservadora de gaseosas. Pero el cliente extrajo un revólver calibre 38 y le aplicó un tremendo culatazo en la cabeza a Santiago. Felisa, asustada, corrió y se escondió detrás de unas estanterías. Entonces, el almacenero manoteó el garrote que estaba al lado de la caja registradora y golpeó al maleante en el cuerpo. Todo ocurrió en un instante. El delincuente, entre asustado y enfurecido, disparó con tiro contra el piso y salió corriendo a la calle. No alcanzó a robar nada. Atrás suyo corrió Santiago con la cabeza ensangrentada, que fue dejando el rastro por toda la vereda. El asaltante llegó hasta Garay, donde subió a una Zanella 50 en la que lo esperaba otro joven. Ambos huyeron por Constitución hacia el sur y se perdieron cuando doblaron por el pasaje Amazonas. Ayer a la mañana, Felisa apenas se repuso de susto. Es que su compañero tuvo hace unos años dos accidentes cerebrovasculares y sufre de diabetes. Felisa es la tercera mujer en la vida de Santiago. "De las otras dos me separé y ya se murieron para mí", contó el hombre que llegó a Rosario hace 17 años y que, antes de tener el negocio y una casa digna, vivió en "un rancho en Virasoro y Castellanos".
| "Espero ladrones armado", aseguró Santiago Monzón. (Foto: Sergio Toriggino) | | Ampliar Foto | | |
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