Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
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Después de las fiestas queda la resaca económica
Tras la euforia de diciembre, el gobierno comienza a preocuparse por algunas variables inquietantes

Pablo Kandel

A las semanas de euforia de diciembre de 2002, cuando tanto el presidente como su jefe de gabinete y el ministro de Economía anunciaron reiterada y oficialmente que "la recesión quedó atrás", sucedió durante los primeros días de 2003 una sensación de cautela que más obedece a un achatamiento de estados de ánimo que a un colapso de los datos reales.
Como si el exceso de champagne durante las fiestas hubiera dejado paso a una resaca. Uno de los factores desconcertantes fue ver que a pesar de la mejora de los indicadores económicos la crisis social empeora día a día, con las batallas campales entre vendedores ambulantes y la policía por ocupar y desalojar la calle Florida y la amenaza de los comerciantes establecidos de instalarse en la rebelión fiscal no pagando más impuestos y servicios.
Pero el principal exhibidor de desasosiego fue el comportamiento del dólar: la posibilidad de que liquidaciones masivas de los exportadores y una falta de demanda de divisas de los importadores y de los pagadores de deuda hubieran precipitado la caía por debajo del piso de 3,30, motivó enérgicas retromedidas de flexibilización del mercado cambiario que eran como una invitación abierta a usar y sacar dólares del país, en un país que entró en crisis supuestamente por falta de ellos, de los dólares, desde mediados de 2001 en adelante.
Pero siempre debe enfatizarse que el presupuesto público está en un equilibrio inestable y depende absolutamente de las retenciones agropecuarias para su financiamiento.
Y las retenciones dependen a su vez del valor dólar acentuando el malhumor de los productores agropecuarios, quienes creen con algún fundamento, que todo su esfuerzo sirve únicamente para nutrir la burocracia estatal y que no les queda nada para ellos.
En lo que respecta a la paridad cambiaria, en un primer momento esas contramedidas nutrieron su efecto: el dólar rebotó hasta 3,37, con el mal disimulado propósito de Lavagna de clavarlo en 3,50. Lo que sí, hay inquietudes cada vez que sube tanto como las hay cuando baja.
Muchos pensaron que el que había quedado mal parado era el presidente del Banco Central Alfonso Prat Gay, una de cuyas primeras declaraciones cuando asumió era que le gustaría un dólar de 2,80.
Pero, sea como fuere, los episodios demostraron que el gobierno tenía cierto control sobre variable tan fundamental como el precio del dólar. Cuando quiere hacerlo subir, lo sube y viceversa.
Pero aquí interviene un poco imprevistamente otro factor: el fortalecimiento del euro contra el dólar, que se apreció en un 5 por ciento, es decir, cuando antes estaban uno a uno, ahora es 1,05 dólares por euro, y amenaza llegar a 1,10.
Y quizás no muchos se acordaron que Domingo Cavallo en abril 2001 cuando creó el factor de convergencia, el euro estaba debajo del dólar, él dijo que se iba a dar vuelta, había previsto exactamente que sucedería esto y no le creyeron.
Pero tampoco podía vaticinar un gurú como Cavallo lo que iba a hacer el presidente Bush, adoptando una política absolutamente keynesiana de estímulo al gasto público y reducción de impuestos, aunque sus rivales demócratas tomados un poco a trasmano lo acusaron de bajar solamente los impuestos de los ricos.
Pero lo que importa es que los 680.000 millones de dólares en impuestos que hará Bush ahorrar a la población, empezando con 98.000 millones de dólares en el primer año y medio, implican con seguridad un dólar devaluado, que se continuará depreciando respecto del euro, porque conjuga también con una política económica de déficits récords no solo a nivel del gobierno federal, sino también en casi todos los Estados norteamericanos.
Pero lo más paradójico es que si la Argentina adoptara esas recetas, en lugar de los ajustes crudos a los que todavía hoy, en el avanzado estado de las negociaciones con el FMI, obligan los tecnócratas internacionales a nuestro país, sería acusado sin más trámite como altamente irresponsable y desaprensivo.
Además está la inminencia de la guerra de Irak, Corea del Norte nuclear, el conflicto en Venezuela así como la incertidumbre por el precio del petróleo todos los cuales hacen pensar que Estados Unidos necesitará muchos fondos y que las tasas de interés globales permanecerán altas.
Un mes de enero donde se paralizó la actividad tribunalicia con la renuencia de la Corte Suprema a levantar feria para tratar los amparos del corralón bancario, todo lo cual hace presumir una inmensa presión a comienzos de febrero a la resolución de este problema.
Y es del interés también del presidente Duhalde de irlo solucionando antes de alejarse del mando si es que se va el 25 de mayo, y por eso insinuó que a lo mejor en seis meses los ahorristas recibirían sus depósitos en dólares, lo que prontamente fue desalentado por la cartera económica.
En fin, la economía acumula en este comienzo de 2003 incertidumbres laborales, cambiarias y financieras de variado pelaje, lo cual no quita que se nota cierto optimismo y que en realidad las cosas están mucho mejor que hace exactamente doce meses atrás.
Se ha vuelto a una situación que era clásica en Argentina, donde la población veranea dentro del país, en la costa atlántica y otros puntos en tan grandes números que toda la actividad se concentra en los lugares de veraneo y habrá que esperar hasta marzo a ver qué sucede con la tan mentada reactivación. (DYN)


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