Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
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Análisis: El laboratorio del doctor Duhalde

Mauricio Maronna / La Capital

Eduardo Duhalde cree haber encontrado en Néstor Kirchner a su delfín para aplastar a Carlos Menem. Sin embargo, el duhaldismo (que es casi lo mismo pero no igual) maldice por lo bajo al presidente, escruta con el ceño fruncido al candidato que bajó del hielo y dice: "Con éste, el Turco nos come crudos".
La postulación de Kirchner como muletto oficial llegó tras el frustrado intento por hacer salir a pista a Carlos Reutemann -el único político que, hoy por hoy, sería presidente con sólo decir "sí"-, a la negativa de Felipe Solá a ceder el casillero de la Gobernación bonaerense para que sea ocupado por la primera dama, Chiche Duhalde, y a la apresurada largada de José Manuel de la Sota.
Pero para cualquier observador frío de la realidad (y aun para muchos operadores duhaldistas), el presidente parece querer desvestir a sus delfines como si se tratasen de mamushkas, soñando que la última muñeca rusa será él. "Esmerilar a los delfines" es la frase de moda en el léxico encriptado del análisis político.
La llegada del sureño a los brazos del hombre de Lomas de Zamora es una comprobación más de que son muy pocos los que resisten el tamiz de los archivos. "Yo no voy a ser el candidato de Duhalde, no soy el Chirolita de nadie. No sé de dónde sacaron que estaba por hacer un acuerdo con Duhalde. Quiero ser el presidente de la gente, no del aparato partidario". ¿Quién lo dijo? Kirchner, a principios de diciembre, a la revista 3 Puntos.
"Mirá, si nosotros les soltamos las manos a los punteros del conurbano, 8 de cada 10 se nos van con Menem. Cabezón, date cuenta de una vez, el candidato tenés que ser vos", le dijeron a Duhalde varios barones del Gran Buenos Aires a quienes Kirchner entusiasma menos que el seleccionado Sub 20 de fútbol.
¿Será el abrazo del oso para las ambiciones presidenciales de Lupín? El gobernador de Santa Cruz creció en las encuestas sobre la base de un discurso progresista, claro y lleno de sentido común. "Proyecto nacional y popular, administración, gobernabilidad, gerenciamiento, estabilidad y equilibrio fiscal" fueron los ejes que lo llevaron a arañar los primeros puestos de la grilla.
¿Cómo se compadecerá ese discurso con el populismo ciego que pregonan Hugo Curto, Osvaldo Mércuri, Cacho Alvarez, Alfredo Atanasof (y sigue la lista)? ¿Cómo logrará que Eduardo Camaño y José María Díaz Bancalari se resignen a que su jefe vuelva a estar de ojotas y bermudas en su chalé de Pinamar? ¿Que articulación logrará el discurso progre de Rafael Bielsa y Miguel Bonasso, entre otros kirchneristas, con la concepción aparatista del ultraduhaldismo? La política argentina no es el arte de lo posible ni de lo imposible: casi siempre es un mamarracho. El silencio de Menem (el preferido de los afiliados de cara a una interna peronista) frente a tanto oleaje duhaldista sirve para ilustrar el estado de las cosas.
"La política argentina tiene hoy dos curiosidades: ningún candidato supera el 15% de los votos y Reutemann, diciendo "no", tiene cada vez más imagen positiva. Es tan desértico el panorama preelectoral que la gente ya no considera que si Lole reviera su posición estaría traicionando su palabra de no ser postulante", coincidieron varios encuestadores en el programa Desde el Llano, de TN.
"Si hubiese dicho que sí el 9 de julio, ya estaría hecho bolsa", le dijo Reutemann a La Capital en sus últimas declaraciones públicas. Por expreso pedido de Duhalde, el gobernador avaló luego el proyecto de ley de lemas que el mismo presidente se encargó de aniquilar a las pocas horas. Ya furioso, Reutemann había leído las chicanas que le prodigó el jefe del Estado, el 29 de diciembre: "Tuvo un año muy malo. Incluso ha somatizado las dificultades de su provincia y tuvo problemas en la espalda, en el talón de Aquiles, estomacales, aquí, allá. Yo creía que era la persona adecuada para el momento...". El Lole no olvidará jamás cuando Duhalde lo tildó de "forro" de Menem, en el 99, y seguramente tampoco pasará por alto estas declaraciones.
Estresado, nervioso y presionado, no podrá sacarse de la cabeza la oportunidad histórica que dejó pasar con su "no" a la postulación. "Es una herida que no cerrará hasta el día que me muera. Nadie tiene que envidiarme por esto", se confesó ante este diario un mediodía frío de fines de julio del 2002.
Desde hoy, los lectores de esta columna sabrán que mientras evaluaba ser candidato a presidente de la Nación, también barruntaba una decisión de connotaciones fortísimas: intervenir la provincia de Buenos Aires.
Contemplando la balcanización de la interna peronista se entiende la negativa de Reutemann, y cobra estricta vigencia una sentencia de Maquiavelo, que cita Dick Morris en su libro "El nuevo Príncipe": "En política las heridas más letales son las infligidas desde atrás. El partido opositor rara vez causa tanta angustia como el propio. Cualquier candidato o funcionario electo que busca llegar más allá de la base de su partido y apelar al votante independiente, del que depende la fortuna electoral, invita al ataque de sus propias filas desde la retaguardia. Como en el Ejército Rojo".
Todo líder que se precie de tal tiene un as guardado en la manga. ¿La internación del Lole le estará dando la razón a Duhalde o se tratará del reposo del guerrero?



En el "laboratorio de Olivos" buscan derrotar a Menem.
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