Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
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Análisis político
Reutemann, los deseos y la realidad

Jorge Sansó de la Madrid / La Capital

Si la casualidad es desiderativa, bien podría declararse hija del deseo. Cristóbal Colón encontró tierra al oeste de la desconfiada Europa, tal como había sido su empeño. Pero también Carlos Menem habría conseguido su segunda reelección. El presidente Eduardo Duhalde podría extender su mandato hasta el final de este año, cuanto menos. Reutemann estaría preparándose para enfrentarse hasta con el Diablo si éste compitiera electoralmente en lugar de los fuertes dolores abdominales con los que somatiza la presión y el estrés del que hablan sus familiares. En el campo de los deseos, los radicales habrían querido completar el tercer mandato gubernamental de su largamente centenaria historia. Pero si ello hubiese acontecido Duhalde jamás habría cruzado su pecho con la codiciada banda presidencial y aunque no fue elegido por el pueblo, está claro que Colón tampoco llegó a la India como quería por más que descubriera la ruta alternativa. La historia oficial enseña que el audaz genovés jamás imaginó siquiera descubrir un nuevo continente pero va de suyo que no encaró su empresa para terminar sus días en una celda como acabó.
El actual presidente argentino está hoy empeñado en encontrar un atajo político que le permita conservar un poder que el voto popular le negó pero al que de todos modos se las arregló para acceder a fuerza de constancia e insistencia. Habrá pues que concluir en que -como decía Ortega y Gasset- la medida de nuestros deseos está impuesta por las circunstancias que nos condicionan.
De allí que Menem represente en buena medida una circunstancia negativa para el actual mandatario y de momento el summun de su desvelo se oriente a destruir las chances que éste pudiese llegar a tener de reconstruir su alicaído liderazgo y hacerse con la alternancia en el poder. Privado de la que consideró todo este tiempo como la mejor arma para consumar su deseo, la candidatura presidencial de Reutemann, Duhalde aceptó finalmente atarse a la suerte de Néstor Kirchner si es que se trata de una determinación definitoria. Existen todavía demasiadas dudas de que ello sea tan así. Los apoyos a la candidatura de Kirchner no parecen despertar todas las adhesiones inmediatas que el duhaldismo pudo haber imaginado, pero que sobre todo necesita conseguir para evitar que el santacruceño corra la misma suerte que el cordobés José Manuel De la Sota con su postulación.

Estropicio en los partidos grandes
Por ahora, la decisión resuelve las idas y vueltas del duhaldismo y eventualmente la suerte de la marcha del proceso interno del PJ. Nada más. Nada menos, si se advierte que de última desnuda el estropicio que reina hoy en los dos grandes partidos políticos. Y en tanto éstos se conciben como instituciones esenciales del sistema democrático. La oposición a Menem y lo que representa al cabo su década de hegemonía se ensaya desde el propio peronismo. Ni atisbo, todavía, de que el radicalismo pueda asumir ese rol que le correspondería y del que parece haber desertado. Mientras que las restantes ofertas electorales que pudiesen despertar alguna expectativa no son sino desprendimientos del propio radicalismo o aspiraciones de sus tradicionales aliados menores. ¿Será otro momento de la historia que el país escribirá en torno a un elenco en el que sus actores principales son únicamente del peronismo? Un interrogante que de momento habrá de quedar abierto pero que alcanza para señalar que el triste espectáculo al que se asiste y que monopoliza la vida pública argentina es una mera pelea de cartel en la que se exhibe impudorosamente ensañado el partido en el gobierno.
Muy a pesar de la sensibilidad gastrointestinal del gobernador de Santa Fe, es él, no otro, quien está llamado a ser en buena medida el árbitro de la disputa. Largamente se ha criticado la reforma constitucional de 1994 que, al eliminar el colegio electoral, otorgó a las provincias con mayor densidad poblacional el arbitrio casi definitivo a la hora de tomar decisiones incluyendo en éstas la elección del presidente del país. Una situación que por la misma razón trasunta idénticos efectos en las internas primarias de cada partido político.
Tres de esas provincias están hoy gobernadas por el peronismo y en conseguir su adhesión se ha esmerado el duhaldismo en cada paso que ha venido dando. Seguro de su dominio de la estructura partidaria bonaerense, los sucesivos congresos partidarios que lograron debilitar y prácticamente aislar internamente a Menem no habrían alcanzado ese éxito buscado sin el concurso de los peronistas de Córdoba y Santa Fe.
Los inconvenientes sociales y económicos en la vecina provincia mediterránea son superiores hoy a los que se viven en Santa Fe. Necesitado de la vital asistencia del gobierno nacional, el gobernador José Manuel De la Sota no ha tenido más opción que prestarse funcionalmente a acompañar las necesidades que la estrategia duhaldista fue evidenciando. Ya sea desde el estoicismo de subir a la precandidatura desechada por Reutemann y por eso mismo debilitada desde su génesis, dar el presente en cada convocatoria partidaria contra Menem, o hasta estar pensando en desistir de la máxima aspiración y presumiblemente volcarse a respaldar al delfín señalado.
El derrotero de Reutemann fue diferente. El Lole, fiel a sí mismo, ha venido dando volantazos hacia uno y otro lado para lograr ir derecho como -dicen- debe hacer todo conductor avezado. Aunque ponerles límites a Menem y a Duhalde alternativamente crispe tanto los nervios como derrapar un auto a la máxima velocidad y el piloto deba recuperar su tranquilidad estomacal en una clínica.
Enojado con el menemismo, el Lole consintió vaciar de poder a la mesa de conducción nacional del PJ para evitar que las huestes del riojano hicieran y deshicieran a su antojo desde una junta electoral que dominan con mayoría holgada. Consintió en habilitar con sus delegados los congresos que tornaron inocuas las resoluciones de aquéllos pero no aceptó presidir la comisión política desde la que Duhalde lo quiso hacer estandarte de su lucha. El presidente vino a insistirle durante su viaje a un campo en Reconquista y al igual que hiciera con su candidatura (decisión harto perjudicial para el duhaldismo pero no para el menemismo) se mantuvo firme en su negativa. Reutemann está furioso con Duhalde. La inconsulta actitud del mandatario de tirar por la borda el trabajoso acuerdo para explorar la sanción de una ley de lemas en el nivel nacional en la que el gobernador quedó pegado bien pudo haberle afectado los nervios. Tanto como la presión menemista para que no apoye la candidatura de Kirchner de modo expreso o habilite la renovación que con el sello opositor al riojano se prepara para lanzar en las próximas horas el duhaldismo. Razones suficientes, al estar de sus familiares, para que el mandatario haya somatizado en desórdenes gastroinstestinales pero también para desear estar internado, es decir, lejos del tire y afloje.

¿Quién se queda con la renovación?
El reutemismo terminará convalidando una renovación partidaria que, a la postre, anhelan que se termine identificando con su jefe a quien sueñan en un liderazgo sobreviniente a la era que han monopolizado Menem y Duhalde en el peronismo. No se sabe si tal es el deseo del propio Reutemann, pero no es temerario arriesgar que difícilmente le desagrade la idea, a la que parece encaminarse derecho su recorrido a puro volantazo con los que estuvo cuando quiso y se ausentó cuando hubo tormentas, fallas mecánicas o falta de condiciones físicas. De allí a esperar un pronunciamiento favorable a la precandidatura de Kirchner que todavía Duhalde no ha logrado del todo en Buenos Aires, le suena -dicen- algo prematuro.
Las casualidades de Reutemann parecen ser hijas de sus deseos. ¿Pero adónde busca llegar finalmente? De los 36 millones de argentinos que pueblan este país, 21 millones están hoy considerados viviendo en condiciones de pobreza en las estadísticas oficiales. Pero son más lo que desconfían de que su suerte varíe con el cambio presidencial cualesquiera sean los candidatos que terminen dirimiendo la disputa electoral.
Por ahora el desiderátum reutemista se evidencia reducido a preservar junto a sus nervios su integridad alejada de los riesgos que importa una excesiva cercanía a cualquiera de los contendientes en pugna, confiar en que la lucha los lleve a neutralizarse mutuamente de modo definitivo y en mantener a su jefe como una latente e indefinida promesa en un futuro que para los argentinos no tiene otra certeza que la de saber que, pese a todo, siempre se puede llegar a estar mucho peor. Colón pudo haber soñado con las riquezas que le depararía llegar a la India -entonces fuentes de los elixires que consumía Europa- pero tuvo que afrontar el desafío de la arriesgada empresa de buscar una ruta desconocida para evitar la competencia, sin saber los peligros que debería enfrentar y ni siquiera si sobreviviría al intento.
En eso Reutemann comparte, cada uno con su propia ambición, la esencia del mismo deseo que mueve al empecinamiento de Menem, alimenta el despecho de Duhalde, alienta la ilusión de Kirchner y hasta la de Elisa Carrió.
Por ahora el desiderátum de los argentinos es más triste. Como los tripulantes de las carabelas estamos embarcados involuntariamente en aventuras ajenas, sólo deseando llegar a algún lado aunque sin saber hacia dónde nos dirigimos.



El reutemismo desconfía de Kirchner y Duhalde, y espera.
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