Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
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Una mirada reflexiva sobre la vida cultural de la ciudad después del duro 2002
Chiqui González: "No articulamos movimientos culturales"
La coordinadora de Educación municipal dice que el Estado hizo lo que pudo ante la crisis

Silvina Dezorzi / La Capital

Tradición y talento, capacidad de innovación, apropiación del espacio público y reservas creativas son las fortalezas que Chiqui González adjudica "sin chauvinismo" a la vida cultural rosarina. El principal déficit, que "no logra articular movimientos culturales, una visión de conjunto, por sobre las individualidades". La actual coordinadora de Educación de la Secretaría de Cultura municipal también admite que frente a la magnitud de la crisis del 2002 el Estado "hizo todo lo que pudo", pero aun así fue insuficiente. Pese a eso, González sostiene que incluso en el peor de los escenarios "hubo producción simbólica importante" y confía en que Rosario se afirme como un centro cultural "floreciente" en la ruta del Mercosur.
-¿Qué puntos fuertes sigue teniendo la vida cultural de Rosario hoy?
-Sin miedo al chauvinismo, una marcada presencia de talento y creatividad con gran tradición histórica, que se expresa en disciplinas como la plástica, la música, el teatro, el dibujo, y que ahora recuperaron muchísimos jóvenes. Lo que no ocurre porque sí. Sin intentar una sociología, creo que tiene que ver con su cercanía con Buenos Aires y su necesidad de ser singular. Otra fortaleza, providencial entre nuestros males, es que esta ciudad no expulsa la innovación: tuvo un núcleo de nacimiento muy heterogéneo y logró evitar el conservadurismo cultural, su arte es innovador. La tercera fortaleza, que es nueva, es su capacidad para ver la cultura como un ganar la calle, no encerrarse, y en una época social tan difícil, sostener ferias, ocupar los parques, apoyar los emprendimientos urbanos colectivos y la vida cultural cotidiana. La otra fortaleza tiene que ver con los espacios de la infancia, el Jardín de los Niños, la Granja, la Isla de los Inventos, que se van a reflejar en una generación más fuertemente cultural.
-¿Y las debilidades?
-Algo que todavía ocurre pero quizás se empieza a revertir: que predominan las individualidades. Rosario aún no logra legitimar movimientos culturales, una visión de conjunto de los creadores, por sobre las individualidades. Otra debilidad es que debería haber mayor relación entre lo público y lo privado, una articulación que permita reales sistemas de circulación de los productos culturales.
-¿Qué cambió en los últimos 30 años? ¿Por qué no se pueden recrear fenómenos de producción cultural con mayor participación popular y menor eje en los artistas, como fue, por ejemplo, la experiencia de la Vigil?
-Eso se liga estrechamente a la relación modernidad-posmodernidad, a lo político y a la historia argentina. La Vigil logró una increíble conjunción de barrio e innovación. Pudo ser biblioteca, universidad popular y dar servicios al vecino de al lado, y a la vez tener a los científicos y artistas de más avanzada en un mismo proyecto. Eso demuestra que no tiene por qué haber un trabajo de base en el barrio y la innovación en otro lado. Pero para que el emprendimiento colectivo vuelva a florecer, y creo que lo hará, deben recomponerse las grandes razones para agruparnos y las instituciones para contenernos, se debe perder la desconfianza a la representación y a la agrupación. De todos modos, ha habido una etapa de asambleas populares, que quizá no se sostuvo pero que mostró otro país, con ganas de discutir y agruparse, donde cada sector social se pudo mirar también en luchas que antes era impensable que viera como propias. El 2002 fue tremendo, pero mostró reservas de organización, confianza y conciencia.
-¿Cómo conviven la gestión cultural pública y privada?
-Conviven todo el tiempo, aunque no sé si del modo más articulado. A veces van por caminos paralelos y otras, muy cruzados. Pero recordemos que lo privado no son sólo las grandes empresas: también son privadas la autogestión, las cooperativas, una especie de tercer sector. Y un sistema cultural debe articular esas fuerzas, no hay otro modo de tener un movimiento cultural rico. Ahora, es función del Estado defender el espacio público, el territorio de la ciudad donde suceden las cosas, las infraestructuras culturales que dependen de él, los servicios y programas, para defender la accesibilidad y la movilidad social. Entonces digo: vengo del 70 y creo que el Estado debe hacer la diferencia, no puede ni debe copiar la lógica del mercado, sino propiciar la multiplicidad de ofertas para distintos públicos y a la vez impulsar la multiculturalidad. A lo público, con justicia, siempre se le pide un poco más: en el tema de las entradas, del rescate de los que no tienen espacio, de la innovación, de la lógica del bien público. Y esto implica llevar la ciudad a los barrios y los barrios a la ciudad, no al centro, sino a la ciudad. No creo que la cosa sea centro-barrios.
-¿Habla de lo que realmente ocurre o de lo que le gustaría?
-No, de lo que me gustaría.
-¿Y entonces qué ocurre realmente?
-Hablábamos de lo público y lo privado. ¿Y qué hace Promoción Social, o las escuelas, si no se unen con las ONG, con otras instituciones, para sostener algunas cuestiones centrales en esta crisis tan terrible que atravesamos? Ya no se trata de la cultura, sino de la subsistencia. Y hay muchísimas apuestas, con más o menos éxito, que trabajan para contribuir a lo que decía. Sin embargo, la magnitud de la crisis hace todo insuficiente.
-¿Pero qué se hace culturalmente con los sectores más golpeados?
-Hay muchísimo trabajo en el sistema educativo, al que admiro; en promoción cultural; en los centros Crecer, que son verdaderos núcleos integrales de participación; en los distritos, con ciclos y talleres descentralizados que están a full, con estudios de todo tipo, espectáculos, trabajo con las escuelas y vecinales... Se ha hecho un gran camino, pero nada alcanza y entonces el deterioro de lo simbólico para enormes sectores sociales es un tema central donde hay mucho que repensar. Es cierto que hay prioridad en la subsistencia, pero la subsistencia simbólica hace a la condición de ciudadanos.
-Con autocrítica, ¿el Estado no ha estado un poco ausente en esto?
-Digo que hizo todo lo que pudo. Pero es insuficiente, decir otra cosa sería terrible. Lo que pasa es que resguardar el universo de lo simbólico, en medio de la posmodernidad y de esta crisis argentina, supera toda planificación. De todos modos, hay producción simbólica importante aun en la crisis: en los grupos afectados en sus ahorros, los movimientos piqueteros, el movimiento Hijos, y hubo creación popular en las formas de lucha. No se están repitiendo los 70. Hay frases, palabras, una estética, nos guste o no nos guste, que muestra poder de síntesis para mirar la historia. Por supuesto, el impacto de vaciamiento de la televisión basura, el desencanto por la falta de posibilidades de los más sumergidos, hace que todo sea muy difícil. Por eso hay que apostar a la creación de historias, a lo ficcional, lo mágico, lo poético, y por supuesto al razonamiento, el debate y la participación. Si no, sería pasar al puro acto, y el puro acto es el final, la violencia.
-¿Qué gran iniciativa se adeuda Rosario en el plano cultural?
-Poder mirarse en otros espejos, en una nueva integración regional. Que en una ruta viva del Mercosur en serio le gambeteemos a la vieja ciudad-puerto para mirarnos con una mirada más sensible a nuestros vecinos y a Latinoamérica, y seamos un punto floreciente de esa ruta. Nos merecemos que vengan a nosotros porque logramos resistir y que sigan diciendo que esta no sólo es la ciudad de Belgrano, donde nació la bandera, sino la ciudad argentina con más artistas y creadores. Las reservas creativas están: deberíamos ponernos el traje de lo que somos, saber mirarnos mejor, con humildad y sin chauvinismo, abiertos a la Argentina y al mundo, y sin perder algo de provincianismo de gran urbe. Nos debemos no sólo el Rosario-Victoria, sino todos los puentes.



"La magnitud de la crisis vuelve todo insuficiente". (Foto: Daniel Carrizo)
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