Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
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Crece la devoción en el sur santafesino por el Gauchito Gil
El fenómeno se repite en casi todo el país, un largo peregrinar de devotos ante la imagen del mito

Carlos Walter Barbarich / La Capital

Firmat. - Como todos los ocho de enero un largo peregrinar de devotos del Gauchito Gil se encolumnó detrás del mito pagano y brindó testimonio de fe hacia el santo de los pobres. En esta ciudad, a la vera de la ruta 33, existe uno de los santuarios más grandes del sur santafesino que congrega a cientos de visitantes. La fecha no es casual ya que ese día el gauchito correntino fue degollado con su propia faca por un policía. Antes del hecho, Gil le dice a su matador: "Vos me vas a matar, pero debo decirte que tu hijo está enfermo y yo voy a implorar por su salud".
La verdad del suceso alimentó el mito sanador de Gil y fue el propio policía quien comenzó a escribir el ritual pagano de colocar trapos rojos y velas del mismo color en el lugar donde fue degollado el gauchito, en Mercedes (Corrientes). El hijo del policía se salvo, y desde ese día el esbirro de la ley le juró eterna lealtad a Gil.
El mito crece día a día y no sólo se circunscribe a Mercedes, donde este año se reunieron más de cien mil personas, sino que llega a diversos lugares del país. El sur santafesino no está ajeno a la profecía y hoy se multiplican decenas de santuarios.
Firmat no escapa a esa regla como tampoco lo hace Villa Mugueta, Venado Tuerto, Chovet, Murphy y tantos otros, aunque quizás el de Funes sea el más importante en cuanto a congregación y devoción de gente (tal como lo reflejó La Capital en la edición del jueves pasado). Todos los fines de semanas se llegan hasta allí cientos de personas para rendirle culto al santo de los caídos en desgracia.
Según afirma la creencia popular el gauchito era un hombre que le robaba a los ricos para darle a los pobres y que se resistió a librar peleas fraticidas entre facciones opuestas. Por ello fue declarado desertor y su pedido de captura culminó sin mayores vueltas, fue degollado.
Los devotos de Gil tienen una característica en común: la mayoría son personas que provienen de hogares humildes. En los ámbitos presidiarios es considerado un protector y muchos delincuentes llevan su estampita en la billetera para ratificar su lealtad. "Para tener suerte en los atracos", afirmó un detenido que antes se dedicaba a robar.
En Firmat decenas de personas asisten al santuario más importante del sur santafesino, justo en el lugar donde una devota dijo que años atrás el gauchito se le apareció y le regaló una sonrisa cómplice. Allí se erige un precario santuario con trapos rojos (por la sangre inocente derramada), velas, damajuanas de vinos vacías y cigarrillos, como corresponde.



Cientos de cintas rojas sirven para venerar al gauchito.
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