Enclavada en pleno caribe colombiano, la ciudad de Santa Marta fue fundada en 1525 por Rodrigo de Bastidas, por lo que se la considera la ciudad más antigua de América. El lugar está rodeado de montañas y su temperatura promedio es de 28, lo que permite visitarlo en cualquier época del año aunque la temporada de mayor turismo ocurre entre enero y julio, coincidentemente con las vacaciones de los colombianos.
Si bien en Colombia existen problemas notorios de orden público, puede considerarse a esta ciudad un pequeño oasis. Llegar a Santa Marta es sumergirse en la puerta del Caribe, con un pueblo de espíritu alegre y bebedor, donde cualquier ocasión es buena para tomarse unas cervezas o algún trago de ron mientras suena el vallenato, la música típica de la región.
Ser la ciudad más antigua del continente le otorga a Santa Marta el privilegio de poseer un invaluable patrimonio arquitectónico y cultural. La recorrida puede iniciarse en el Camellón, la avenida costera que bordea toda la bahía. Desde este corredor se avista El Morro, postal tradicional de Santa Marta, una saliente de roca en el mar que sirvió de fortaleza y hasta de cárcel. Un paseo vespertino por el Camellón es ideal también para contemplar hermosos atardeceres.
A pocos metros de allí se encuentra la Casa de la Aduana, el edificio más viejo construido por los españoles en América. Edificada en 1530, actualmente funciona el Museo Tayrona, con su valiosa colección de elementos de esta cultura, la más avanzada de la región. Cerca del museo se levanta la Catedral, fundada en 1766 y considerada la madre de las iglesias colombianas. La catedral fue la primera tumba del libertador Simón Bolívar, antes de su traslado a Caracas.
Rastros coloniales
En el paseo por el casco histórico es imposible no perderse en las callecitas que conservan rastros coloniales de una ciudad que muestra orgullosa su pasado, representado en las antiguas edificaciones. Si la temperatura resulta agobiante es imperdible el jugo de zapote, la fruta tradicional de la ciudad, que puede conseguirse en cualquiera de los puestos callejeros que abundan en el lugar.
Antes de salir del centro se recomienda pasar por San Andrecito, una especie de zona franca donde pueden encontrarse productos importados como electrodomésticos, alimentos o ropa a muy bajo precio. Si lo que se busca es algo más tradicional no hay que obviar el mercado, donde se acumulan centenares de puestos callejeros en pocas cuadras y se puede encontrar lo que se busque.
En las afueras de la ciudad se encuentra la quinta de San Pedro Alejandrino, lugar donde pasó sus últimos 11 días de vida el libertador Simón Bolívar. Construida hace 400 años, hoy es un exuberante lugar rodeado de frondosos árboles que le imprimen una atmósfera de paz y tranquilidad. Transformada en un museo, pueden encontrarse objetos que dan testimonio de los orígenes de Colombia.
En el camino hacia la quinta será parada obligatoria la flamante atracción turística de la ciudad: el monumento al pibe Valderrama, el ídolo futbolístico local. La estatua mide unos 4 metros, posee la clásica melena rubia del jugador y se encuentra frente al estadio de fútbol. La escultura fue realizada por Amilkar Ariza, un colombiano que vive en EE.UU. y que tardó 10 meses en elaborarla.
Arenas vírgenes
Sin duda que lo más bonito del lugar son sus playas, las más hermosas de Colombia. Son en total 17 que se extienden a lo largo de casi 100 kilómetros. Las mejores se encuentran en el Parque Nacional Tayrona, reserva natural de 3.000 hectáreas de gran belleza, que encierra playas como Neguange, Bahía Concha o Arrecifes, verdaderos paraísos de arenas vírgenes y aguas tibias donde se pueden practicar desde buceo hasta snorking.
También se pueden encontrar hermosos sitios en el sector conocido como El Rodadero, donde se concentran los hoteles de la ciudad. Hay que tener en cuenta que en este lugar las playas son mas sucias por la congestión de gente.
Si lo que se busca es tranquilidad nada mejor que Taganga, un pequeño pueblito de pescadores a sólo 15 minutos de Santa Marta. El lugar tiene más de 30 sitios diferentes para bucear, descansar y comer platos típicos. Lo más importante: hay que regatear el precio con los lancheros que llevan a cada una de las playas.
En las noches de Santa Marta la rumba se enciende al ritmo del vallenato y la salsa. La diversión se concentra en el Rodadero, con sus discotecas de ambiente caribeño, casino y todo tipo de restaurantes para degustar los más variados platos. Se recomiendan visitar La Escollera, la disco más sabrosa del lugar y Champán Vallenato. En el centro de la ciudad, en tanto, viejas casonas como Bar Samario y La Casa del Marqués han sido restauradas para convertirse en lugares de encuentro.