Año CXXXVI
 Nº 49.720
Rosario,
domingo  12 de
enero de 2003
Min 23º
Máx 31º
 
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Escenario
Punto de visa: Qué hacer salvo ver películas

José Luis Cavazza / La Capital

Un cronista de espectáculos que debe resistir enero entre la Redacción y el calor pegajoso de la calle rosarina qué otra cosa puede hacer salvo ver películas. Tal cual dice García, sobre la TV duermen mis dos gatos, salgo a caminar para matar el rato, y los ojos de cronista insomne sólo chocan contra los afiches derruidos anunciando espectáculos que murieron igual que el 2002, salvo aquellos carteles que muestran a chicas rubias promocionando servicios gratuitos de Internet o carreras terciarias que harán de tu futuro un camino placentero de recorrer. Es cierto, enero no se lleva nada bien con ciudades como Rosario, que por estos días se transforma en un toro triste y desganado que tiene que agachar la cabeza o en una inmensa pasta de cemento por abajo y en el cielo eso que llaman nubes viajando con un letrero colgando y que dice "enero, cerrado por vacaciones". Esto y castigarse los ojos es la misma canción. Imagínense entonces, para un cronista de espectáculo en plena acción, el panorama se vuelve doblemente desalentador. Los grandes teatros cerrados, el anfiteatro Humberto de Nito abierto sólo para ir a tomarse unos mates y entrar en batalla cuerpo a cuerpo con los mosquitos y el Parque de España, sólo una buena terraza para lanzar lo más lejos posible el anzuelo y sacar una vieja del agua boqueando del río. No se puede hacer nada, salvo ver películas. O bien esperar que García -otra vez- se descontrole por ejemplo ahora en Viña del Mar, rompa micrófono, patee bafles o zapatee la mandíbula de alguna chilena. Marche preso con título a cuatro columnas y foto a tres, con titular catástrofe blanco sobre fondo rojo en Crónica TV. En fin, sólo se trata de ablandar el ladrillo todos los días de este interminable enero, como dice un hermano en la desgracia, quien se abre
paso en la masa pegajosa a fuerza de pura desconfianza, apretando la cucharita del café entre los dedos y sintiendo en su latido de metal una advertencia sospechosa y cuasi criminal, o sea, una noticia latente al alcance de la mano y sin moverse del escritorio.


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